Sostengo que si te dedicas a una profesión o tienes un negocio debes conocer sus pormenores. Saber los procesos de edición o labores que forman parte de esa profesión o negocio.

Lanzarse a navegar sin conocer el barco y el estado del mar es peligroso, casi suicida. El sector del libro no es una excepción.

Quienes nos dedicamos a los libros, aunque tengamos más expertise en una labor que en otra, tenemos que conocer los entresijos de cada uno de los procesos de edición intervinientes.

Una particularidad que noté en la primera editorial que trabajé en España —particularidad que luego corroboré en otra— fue que cada uno se ocupaba de su área y prácticamente no tenía injerencia en otra.

Es decir, si trabajabas como editora de contenido no podías opinar en el diseño de la publicación, porque tu responsabilidad era solo sobre el contenido. O bien trabajabas en el departamento de marketing y no cruzabas información alguna con el departamento de producción.

Esta división tan tajante de áreas y tareas me resultó chocante y desconcertante, ya que mi experiencia en Argentina había sido totalmente distinta.

En las editoriales que trabajé cada uno era responsable de un área, tarea o proceso. Sin embargo, todos los demás integrantes del equipo estaban al tanto del proyecto general.

Igual situación se dio en el departamento de publicaciones de un banco; que  es igual que una editorial, pero con el alivio de no tener que realizar escandallos ni preocuparse por las ventas.

Cada vez que iniciábamos una nueva publicación hacíamos plenarios de ideas e intercambio de opiniones. Todo con el objeto de recoger impresiones, sugerencias y comentarios útiles para el proyecto.

¿División rotunda de áreas?

Desde mi punto de vista y la experiencia acumulada, este último proceder es más efectivo y eficiente que el primero. Trabajar de manera conectada facilita el fluir del trabajo.

Por un lado, porque los puntos de vistas de diferentes personas enriquece cualquier proceso. Y, por otro, se pueden prevenir muchos inconvenientes en el discurrir de cada uno de los procesos que componen la edición y publicación de libros. En este punto, la figura de un coordinador editorial es fundamental.

Este es el método de trabajo que yo empleo con todos los proyectos en los que participo. Siempre da resultados satisfactorios: una buena coordinación editorial evita problemas durante en desarrollo del trabajo. Y en el producto final se refleja la simbiosis de las tareas coordinadas.

A modo ilustrativo, mencionaré tres ejemplos sencillos de contrariedades que pueden evitarse con una buena coordinación de procesos en la edición y publicación de libros.

1. Tipografía

Pictogramas de la tipografía Sabon LT Std

Un problema que suelo encontrarme en los libros que se publican en varios idiomas consiste en la falta de caracteres (especiales y no tan especiales) de las fuentes seleccionada por el diseñador.

Máxime si la obra original está en inglés y debe traducirse para ser publicada en idiomas latinos. Algunas fuentes no incluyen diseños de caracteres con tilde o glifos.

Este aspecto es un problema, porque el maquetador tiene que recurrir constantemente al uso de pictogramas; peor aún si la publicación se publicará en lenguas eslavas.

Por tanto, si la obra a editar contiene caracteres no propios de un idioma, el diseñador podrá optar por una fuente completa. Así, luego, el maquetador tendrá facilitada la tarea, sin necesidad de hacer argucias tipográficas para obtener esos caracteres.

Da mucha rabia iniciar la remaquetación de un libro y encontrarse que la tipografía seleccionada no contiene grafías propias del nuevo idioma.

No tanto por el trabajo que puede dar, sino por el aumento en las posibilidades de error que esto puede generar. Ya que hay que prestar atención carácter ausente por carácter para reemplazarlo por el pictograma o argucia tipográfica correspondiente.

2. Espacio en cajas de textos

En la edición de revistas y periódicos es habitual encontrar que los artículos de los periodistas no encajan en el espacio de la maqueta destinado al texto.

Puede que haya demasiado texto y que sea necesario recortarlo o bien que falte y deban agregarse más líneas(*).

Esto mismo vale para las traducciones de los libros; no de los que solo contienen texto, pero sí para aquellos más complejos.

Esta situación puede evitarse si se realiza un recuento de caracteres (caracteres con espacios [cce] o matrices); y se toma nota de cuántos matrices posee cada caja de texto.

Esta información se entrega al redactor o traductor cuando se solicita la redacción o traducción del contenido. Y, con ello, se minimiza el problema de excedente o falta de texto.

Algunas veces el exceso o falta de texto para un libro puede resolverse disminuyendo o incrementando el cuerpo de letra y/o el interlineado; pero no siempre estos cambios son permitidos por la editorial.

Opciones de solución

1. Una opción es la que mencioné: comunicar la cantidad de matrices que tiene la caja de texto y no excederse.

2. Otra, si el máster de la maqueta tiene cierta flexibilidad, es indicar al profesional un baremo. Por ejemplo, «entre X y X cantidad».

3. La tercera es indicar este baremo e informarle que marque algunos párrafos como opcionales. El fin es que el editor decida si los incluye o no en función de la composición de la página.

Ejemplo de recuento de caracteres en Indesign para una publicación en dos idiomas, como parte de los procesos de edición de un libros

Recuento de caracteres en Indesign: caja de texto en inglés con 620 cce o matrices frente a caja de texto en castellano con 603 cce. Indicación para el redactor o traductor: no más de 650 cce para esta caja de texto.

3. Formato de impresión

En el mismo sentido, si se consulta con la imprenta los formatos de libros estándares con los que trabaja habitualmente se puede ahorrar en los costes de impresión y encuadernación.

Y esto debe hacerse antes que el diseñador comience a trabajar en el diseño. No tiene sentido que este diseñe considerando un tamaño de página que luego no será el definitivo.

Si hablamos con la imprenta luego de haber maquetado el libro y el formato no coincide con el que se ha trabajado la coyuntura es peor. Habrá que adaptar toda la maquetación para que encaje en el formato estándar de la imprenta.

Esto puede evitarse perfectamente comentándole al impresor nuestro proyecto antes de iniciar la edición de la publicación.

En Ortotipografía para diseñadores se plantea algo similar: aunque algunas cuestiones vengan definidas desde la corrección, siempre existe la posibilidad de que se cuele un error.

Si el diseñador/maquetador conoce las reglas ortográficas y tipográficas podrá avisar del error detectado o corregirlo directamente.

Considero fundamental, y no solo en mi trabajo con las editoriales y otras empresas, sino también con los autores, que todos conozcamos los procesos necesarios para la edición y publicación de libros o cualquier pieza gráfica.

Por ello, cuando trabajo con un autor le explico en qué consiste cada proceso; no solo para que esté al tanto de ellos sino también para que comprenda que cada tarea posee unas dificultades e intríngulis propios.


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