Un escritor no debería autoeditarse.
La edición de una obra propia no puede hacerla uno mismo. Al menos si lo que desea es un producto —en este caso un libro— que cumpla con determinados estándares de aceptabilidad por parte del lector. O sea, que ese producto tenga un mínimo de calidad editorial.
Lo que sí puede hacer un escritor es autopublicarse, cosa bien diferente a autoeditarse.
Ambos términos se han usado para referirse, indistintamente, al autor que decide publicar su obra sin el amparo de una editorial. Sin embargo, la autoedición y la autopublicación son cosas bien distintas.
Sólo basta eliminar el prefijo “auto” para ver que las acciones que estas palabras designan son disímiles: editar y publicar no son lo mismo.
Mucha de la terminología que se utiliza en el sector editorial en castellano proviene de términos del inglés. Edit y publish suelen confundirse y/o designar una misma labor; sin embargo son diferentes.
Si edit y publish no son lo mismo, tampoco lo son editing y publishing; por ende, tampoco lo son self-editing y self-publishing. La entrada Editar y publicar no son sinónimos aclara estos conceptos.
Autopublicar viene a aplicarse a la acción por la que un autor, por el medio que sea, solventa por sí mismo la publicación de su libro; sea la impresión o la creación de un archivo para su posterior distribución y comercialización.
Autoeditar significa que el autor realiza sobre su propia obra las tareas propias de un editor, que son muy amplias y variadas.
Preguntas que surgen sobre la autoedición
Por tanto, ¿puede un autor autoeditar su propia obra? Yo creo que no, que puede autopublicarla, pero no autoeditarla, por lo menos no íntegramente.
Porque, ¿puede un autor evaluarse a sí mismo si ha planteado claramente lo que quiere decir en su manuscrito?
¿La historia planteada atrapa la atención del lector desde el comienzo hasta el final?
¿Puede evaluar si los personajes que ha incluido en la novela suenan reales?
¿Dicen lo que quieren decir cuando hablan y mantienen el tono a lo largo de toda la trama?
¿Estos personajes son convincentes y están bien desarrollados? ¿Funcionan los diálogos entre ellos?
¿Puede un autor evaluar si las ideas expresadas se encadenan con una determinada lógica y los términos están bien definidos?
¿Puede un escritor determinar si su manuscrito posee un lenguaje correcto, si hay coherencia, uniformidad, sentido, claridad, fluidez y estructura en sus textos?
Asimismo, ¿puede determinar si su escritura está gramatical, sintáctica y lexicográficamente bien redactada? (*)
Mi opinión sobre autoedición
Mis respuestas a las preguntas anteriores es «No». Ya que, en la práctica, es imposible ser objetivo sobre lo que uno ha escrito. Y más todavía ser el asesor/corrector/editor de su propia obra.
Y todo esto sin considerar que al tratamiento del manuscrito deben sumarse las tareas de diseño del libro y la maquetación del mismo.
Al igual que la preparación de los archivos para la imprenta o para la distribución digital (para lo que hay que tener determinados conocimientos técnicos); y todas las laboriosas y extensas acciones de promoción y marketing (que requieren también de unos conocimientos específicos).
El autor podrá realizar algunas de las tareas propias de la edición de una publicación sobre su manuscrito, pero no todas y cada una de ellas. Necesitará —forzosamente— de profesionales que le ayuden a ver su libro publicado.
De ahí que la labor del editor y de otros profesionales de la edición —incluso en el nuevo paradigma de la edición digital— continúa siendo fundamental.
Por tanto, me parece importante diferenciar que la autoedición, tal como la concebimos y llamamos frecuentemente, es en realidad autopublicación.
Es la capacidad (de un autor) para publicar su obra por fuera del circuito tradicional de edición, pero no la capacidad de editarla, menos de forma integral.
(*) Sugiero una lectura de la entrada sobre los diferentes tipos de editor (acquiring editor, managing editor, line editor, copy editor, production editor) y sus respectivas tareas. También hallas más detalles en el capítulo “¿Quién (y qué) es un editor” del Manual de edición literaria y no literaria, de Leslie T. Sharpe e Irene Gunther (Fondo de Cultura Económica, 2005).
Acertadísima apreciación, Mariana. En efecto, el equívoco proviene de una mala traducción al castellano y de no distinguir correctamente el «publisher» del «editor» anglosajón.
Sólo discrepo en un aspecto: si un autor es capaz de meter en un cajón (o en una carpeta del PC) durante el tiempo suficiente un texto y luego vuelve a él, podrá editarlo con ojos nuevos y, por lo tanto, autoeditarse, editarse a sí mismo. Pero claro… lo normal es que un autor con ansia de publicar tenga prisa y no quiera esperar meses o años a hacerlo.
Con lo cual… creo que tienen mucha razón!
¡Gracias por comentar Bernat! Los ojos nuevos que dices ¿serían objetivos? Es por demás comprensible que uno no pueda ser objetivo con lo que ha escrito, porque sale de su cabeza y sus sentimientos -y muchas veces de sus tripas también-. Como menciono en el post, creo que algunas tareas de edición las puede realizar perfectamente el propio autor, pero otras, especialmente las relacionadas con la esencia del texto, no está mal que las analice un profesional y le sugiera cambios, adaptaciones, etc. al autor.
Recién he leído el artículo. Muy de acuerdo y me veo reflejada en varios aspectos. Cómo escritora/autora hay un punto de saturación que limita la mirada.
Como editor de texto por.ejemplo, creo que es una nueva mirada con distancia, análisis estructural, rcursos, semntica, etc..una mirada menos apasionda pero también a veces más comprensiva y comprensible.
Totalmente de acuerdo con Scriptaverba: un escritor puede editar perfectamente su propia obra. Sí, puede «distanciarse» del texto lo suficiente como para ver sus defectos, sus puntos débiles y en qué puede (o debe) mejorar.
En primer lugar desconozco el tema de manera personal. Pero los planteamientos escritos de lo que abarca la edición, sobre todo los que atañen a la escritura de forma más profundad, sí que me parece que el más autorizado para saber eso es el escritor. Me refiero a la «realidad» de los personales (y si esa realidad es precisa), mantener la atención (si es que el autor quiere mantenerla todo el tiempo y de qué manera)…etc…
NO me cabe duda de que ciertos editores ofrecen este tipo de ayudas al escritor, aunque me da que son pocos. Y no sólo por cicatería de los mismos, sino por un mal concepto que los escritores tenemos de nuestra obra. Yo ahora concibo esa edición ideal de una manera más cercana a ese trabajo de edición externo que procura al escritor un fedd-back importante. Pero me pregunto si existe, y donde entra en esa edición el representante, por cierto. Cuántos escritores no se pierden porque en ese mar de manuscritos no llegan sus obras inconclusas, sus borradores, su posible talento? O tal vez perecieron debidamente, no sé, perecemos en esa lucha por la supervivencia de nuestros escritos, sin dar una cita que nos recuerde. Es esto una labor de un editor, de un representante, me pregunto? Encontrar al autor, antes que a su obra, antes que este autor haya encontrado su obra incluso? Tal vez exagero…
Muchas gracias Francisco por dejar tu opinión en mi blog y bienvenido.
Sobre el primer punto que tocas en tu comentario, discrepo contigo ya que si bien el autor puede conocer perfectamente la realidad de los personajes de su obra, el ritmo de la escritura, etc. esto no significa que pueda trasladarlo a una escritura que finalmente interese al lector. Son muchos los factores que influyen para que una obra “funcione” y al autor le resulta muy complicado enajenarse de su propia obra para evaluar su manuscrito.
Es cierto, Francisco, que cada vez es menos posible encontrar un editor de mesa que se dedique de lleno a editar una obra, trabajando codo a codo con el autor, y ello por diversos motivos (tiempo, exigencias internas, necesidad de cumplir con calendarios, reducciones de costes y de plantilla, etc.). Haces muy bien en sacar a la luz la figura del agente o representante del escritor porque en muchos casos el agente ha venido a suplantar al editor en este proceso de edición del manuscrito original. Por un lado, para al agente literario le resulta más vender una obra que ya ha sido editada (porque, entre otras cosas, le significará ahorro de dinero y de tiempo al editor) y el editor, por otro lado, se ahorra hacer este trabajo.
Yo sí creo que los escritores sean capaces de «trasladar» la obra al lector. De hecho, esto es fácilmente trasladable a los libros independientes de, por ejemplo, Amazon (o cualquier otra plataforma digital), donde en la mayoría de los casos el libro no ha pasado por las manos de un editor y, sin embargo, los resultados pueden ser igualmente buenos.
Puede que las obras no hayan pasado por las manos de un editor (en el sentido estricto de la palabra) pero bien vendría que alguien los corrigiera e hiciera sugerencias, porque en Amazon puedes encontrar de todo y si lees un libro que no ha tenido edición, se nota, me he topado con algunos que mal no les hubiera venido una «revisada».
¡Gracias por comentar nuevamente!
Y también hay algunas editoriales que no es que editen demasiado los textos, porque a veces se encuentran unos errores…
Es cierto, tienes razón, y no debería pasar…
Según se mire las cosas el comentario puede ser bueno pero no exacto. Es posible autoeditarse, justamente lo que no se puede hacer lo omitió el comentarista ignorándolo. Si esto no fuera posible no existirían presidentes, ninguno puede saber de todo, eso es sabido pero puede saber elegir un colaborador para lo que no puede cumplir, no por incapacidad sino porque los hay mejores. No hay libros medianamente bien hechos. Están bien o mal, las falencias son de otro orden, quizá no solucionables porque sino sería otro libro. El escritor puede hacerlo todo, si tuvo tiempo de aprender cada necesidad, que no le interese hacerlo es otra cosa que no tiene nada que ver con el comentario de la nota.
Por supuesto hay que pensar bien antes de embarcarse en esta aventura y considerar que «SE HACE LO QUE SE PUEDE Y LO QUE NO SE COMPRA HECHO»
(Primera parte)
Pienso que sí es posible la autoedición (la autopubicación no está en entredicho), pues:
En cuanto al autor:
* Efectivamente, puede dejar «reposar» sus textos el tiempo suficiente como para poder verlos con otros ojos. Creo que es fundamental no tener prisa por publicar, pues sabemos que el componente emocional que nos vincula con la obra nos impide, a veces, ejercer una sana autocrítica.
* Importante: autocrítica no equivale a objetividad. La capacidad de evauar, corregir, pulir y en todo caso deshechar el propio trabajo implica la habilidad emocional de detectar la viabilidad de un texto, independientemente de cuán enamorados estemos de él (a veces duele, pero uno sabe que el texto «no da» como para salir a la luz. Puede uno, entonces sólo guardarlo, releerlo o mostrarlo a quienes, en confianza, se les puede compartir un «fisco autoral»). La objetividad implica desprendernos de nuestro Yo-Sujeto, es decir, desprendernos de nosotros mismos, pero de manera radical. No se trata de empatía, proyección, ni siquiera síndrome del espejo, sino de vaciarnos por completo hasta quedarnos hechos menos que una piedra (la piedra tiene identidad, aunque no desarrolle conciencia acerca de sí, por eso no la confundimos con un gatito). Podemos asumir que somos sujetos (¿para qué negarlo?) y mejor desarrollar una autocrítica feroz. Puede uno, incluso, volverse más severo con el propio trabajo que con el ajeno.
* En caso de contar con ella, conseguirse una víctima (o dos) que lean su original (no les llamo manuscritos pues en estricto sentido lo son sólo cuando han sido escritos a mano, cosa cada vez más inusual. Si el texto fue tecleado e impreso, no es manuscrito) y puedan ofrecerle comentarios y observaciones. Estas personas deben, en lo posible, ser ejemplares provenientes del tipo de público al que se piensa llegar. No debe buscarse el mismo tipo de lector si se escribe una novela como Crepúsculo que si se escribe una novela como Noticias del imperio, porque su público (o traget) son distintos, como será distinto el público si se trata de un ensayo filosófico dirigido a filósofos o un ensayo filosófico dirigido a esa entelequia llamada «gran público».
* Puede desarrollar habilidades editoriales, que son indispensables para dar una presentación determinada (que no parezca que uno fue a engargolar su trabajo como en la escuela o que imprimió su tesis). Si ya logró la autocrítica, las demás habilidades editoriales no son cosa del otro mundo.
(Segunda parte)
En cuanto al editor:
* En primer lugar, por la misma razón que ya se enunció, tampoco es objetivo. Va a leer, marcar, corregir desde su subjetividad, cosa que incluye la ideología. Muy frecuentemente, el choque entre autor y editor no es por cuestiones de gusto, coherencia, ritmo ni sintaxis, sino por cuestiones ideológicas. Un ejemplo rápido es cuando uno de ellos (autor o editor) es profundamente religioso y el otro es un ateo radical. Si el editor no sabe distanciarse de sí mismo y respetar al otro, la labor nó progresará y posiblemente se rompan relaciones (de hecho, la brecha ideológica es la otra gran causa de la aceptación o rechazo de una obra por parte de una editorial, además del carácter comercial).
* Veo una confusión acerca de las labores de un editor, se confunden con las labores de una editorial: el editor no maqueta ni forma (o diagrama) los materiales, esa es labor del diseñador y diagramador (o formador), aunque sí trabaja estrechamente con diseño y formación, da seguimiento, ajusta, marca y coteja correcciones. Tampoco corrige el estilo, esto lo hace el corrector de estilo. El editor revisa y valida la corrección (frecuentemente incluye correcciones propias, para complementar la corrección y terminar de redondear el texto). La corrección de estilo debe acerse ANTES de formar el texto. También le toca al editor revisar y validar cada una de las lecturas del proceso (idealmente al menos tres ya formado el texto, aunque muchas editoriales, por ahorrarse el gasto, manden a hacer sólo una, eso explica por qué hay cada errata en materiales publicados por editoriales en apariencia serias y consolidadas), pero son los lectores quienes realizan dichas lecturas, no el editor. Mucho menos le toca al editor la publicidad y venta de los materiales (sé que se acostumbra llamarle marketing, pero si tenemos la palabra en nuestro idioma no veo el caso de «anglificar» -sospechosismo, ¡ups!- aún más el lenguaje), esto lo hacen el departamento de ventas, de publicidad y distribución. En rigor, el trabajo del editor y el formador terminan juntos, en cuanto se quema el disco y se va a imprenta, o se carga y sube a la web… Y no son ellos quienes lo suben.
Una editorial sí debe (idealmente) reunir todos estos servicios, pero como es fácil ver, el autor sí puede autoeditarse. Puede incluso aprender a diseñar y a trabajar en Indesign y también diseñar, formar y ajustar sus propios libros. Lo sano, de todos modos, es que se consiga un par de lectores durante el proceso, para evitar la ceguera de taller.
En realidad, lo más difícil para el autor, generalmente, es la distribución de su obra. Ocurre que usualmente los autores tenemos un carácter poco compatible con la dinámica de ventas… Pero si nos importa la distribución de nuestra obra y no podemos contratar distribuidoras, podemos dejar de lado el cuasiermitañismo.
Espero que esta contribución sea de utilidad. Soy escritora, editora y filósofa, así que no me resulta ajeno ninguno de los dos ámbitos tratados (autor/editor). Disculpa por no poder poner en cursivas los términos en inglés. Muchas gracias a todos.
¡Gracias por tus comentarios LM? Confía en que analizaré todo lo que dices concienzudamente. Saludos
Tienes mucha razón, pero algunas veces como editora se tiene que lidiar con el ego del autor, que cree que todo lo que ha hecho es perfecto y no se puede modificar nada. Saludos.
La gestión del ego de los autores puede dar mucho más trabajo que la adecuación de su obra a unos determinados criterios editoriales… Saludos Claudia.
Es curioso el cacao que se monta con las traducciones, y curiosamente en el tema de los libros mucho más. Con lo del eBook es impresionante:
Cuando dicen «libro electrónico» en español no sabes si están hablando del archivo digital (eBook), o del aparato (eBook Reader). Y con la traducción de esto último es peor ¿en español un «lector de libros electrónicos» no sería la persona que lee archivos digitales en un aparato que sirve para mostrarlos?
Creo que los que estáis en el sector tenéis que educarnos al público en general, que siempre hemos visto las Editoriales como las «empresas que publican los libros», y asimilado editar a sinónimo de publicar.
¡Tienes razón Fernando! El tema de e-book y e-reader en una confusión constante, se llama ebook prácticamente a todo lo que tiene un contenido que no está en papel e incluso al soporte de lectura. Además, como bien señalas «lector de libros electrónicos» puede referirse tanto a una persona que lee libro digitales como al soporte (aparato) que hace lo mismo. Sin embargo, si se leen libros en un ordenador a este soporte no se lo llama e-reader…
Como las innovaciones y, por ende, los nuevos términos, vienen del anglosajón, en el castellano hacemos una traducción aproximada que no siempre es la correcta.
Gracias por visitar mi blog y comentar en él.
Interesante artículo. He estado investigando el tema de la publicación y varios blogueros insistían en que la autoedición y la autopublicación eran cosas muy distintas, pero hasta ahora, nadie había ofrecido una definición. La respuesta que ofreces me pareció lógica aunque contradecía las opiniones de otros escritores, pero entonces revisé «Editor» en la RAE y me apareció lo siguiente:
Es decir, que si un editor es una persona que publica, entonces el autor sí puede autoeditarse porque él mismo publica la obra.
Como bien has dicho, las labores de un editor son muy variadas, entre las cuales está decidir qué servicios contratar. Por ejemplo, el editor puede, si tiene la habilidad, realizar una corrección ortotipográfica y de estilo, pero es más común que delegue tal responsabilidad a un corrector en plantilla o a un freelancer. Lo mismo con el diseño de la portada, la maquetación, etc.
Por lo que tengo entendido, el editor es el director de la orquesta, el que va dirigiendo el proceso hasta que la obra se considera lista para ser lanzada al público. Sabiendo esto, no veo cómo un escritor paciente no pueda asumir ese rol si deja reposar la obra, la corrige innumerables veces, la hace llegar a algunos lectores beta, y luego contrata los servicios editoriales pertinentes, como una corrección y un buen diseño.
Así que me parece que la única diferencia entre autoedición y autopublicación es que la primera es una palabra nativa (aparece en la RAE y todo) y la segunda es un anglicismo. No obstante, el concepto es el mismo.
Saludos y gracias por el artículo.
Hola Ana, muchas gracias por tu comentario.
La definición de la RAE es un tanto escueta, porque hay diferentes tipos de editor: no es lo mismo el editor de adquisiciones que el editor de mesa o el editor de contenido que el editor «publicador» (por llamarlo de alguna forma, ya que en castellano no tenemos una palabra para diferenciarlos, como en inglés).
La RAE también da otra acepción a la palabra «editor»:
Y aquí no se hace alusión a la capacidad de publicar, en el sentido de publisher, y considero que «persona que adapta un texto» es una definición un tanto reduccionista.
Por supuesto que un escritor puede ser el corrector, el editor y el publicador de su propia obra. El planteo que realizo en esta entrada es que la lectura y el trabajo por parte de otra persona en la obra del escritor puede aportarle una visión y perspectiva que este puede no llegar a apreciar. Por otro lado, como el escritor sabe escribir, el editor conoce mecanismos de edición y de publicación que pueden aportar enriquecimiento a una obra para que se venda mejor.
¡Saludos y buen 2014!
¿Autoedición? ¿Autopublicación? Matizar estos términos supone clarificar ambos conceptos, y Mariana Eguaras en su exposición ayuda en esa dirección. Por otro lado, un gran escritor puede ser un mal gestor de su obra. El marketing nunca escribirá una obra maestra pero dispone de muchas luces a la hora de difundirla.
Eduardo Quiles
Das de pleno, Mariana, en un punto crítico con el que llevo batallando durante casi dos años. Nadie es autosuficiente con lo cual necesitamos de la ayuda/opinión de los profesionales para tener una continuidad que desemboque en una obra decente, llámese «libro» en este caso. Pero cuando te decides a contratar los servicios de una agencia literaria para la corrección y estos resultan nefastos, acabas por confiarte la obra a ti misma. Y aquí, al leer una versión que no es la tuya te conviertes en correctora y crítica de este tercero que desconoces pero que te ha destrozado la obra. A eso, yo le he denominado «Semiautopublicación», pues al final es la versión que la agencia literaria ha publicado en digital. Un placer leerte, como de costumbre. Abrazo
Hola, Carme. Por lo que cuentas en tu comentario no ha sido buena la experiencia de publicar de la mano de la agencia literaria en modalidad de coedición Autor-Agencia… Lo siento, porque sé que le has puesto mucho tiempo, esfuerzo y dinero al libro.
Si se paga por un servicio, el trabajo no solo debe estar bien realizado sino además el cliente satisfecho, por lo menos yo intento que todos mis clientes quieran volver o seguir trabajando conmigo. Espero estés un poco mejor de ánimos. Un abrazo.
Esa es la idea, Mariana: pagar para que los profesionales realicen su tarea con un mínimo grado de seriedad y de efectividad. Una experiencia más que valoraré para la próxima novela. Por suerte los ánimos no me han dado la espalda, aunque hay momentos muy duros. Abrazo
Estoy muy de acuerdo con el artículo, pero lo cierto es que en ocasiones los autopublicados están por encima de los editados.
Recientemente una editorial me mandaba un libro con la idea de que lo reseñara en el blog. Más de media docena de erratas, errores en los capítulos e incluso que aparecieran calles en el año 1975 con nombres que hasta cinco o seis años después no tenían ningún sentido… Evidentemente el libro había pasado por una editorial, pero no había sido editado. Autopublicado posiblemente habría tenido exactamente los mismos errores.
No es una caso aislado, es más habitual de lo que podríamos pensar.
Cierto, José Luis. El hecho de publicar con una editorial ya no es sinónimo de garantía de calidad. Aunque no debiera ser así, ¿dónde esta el trabajo editorial, entonces? Si no se edita y trabaja un texto la editorial no es más que una imprenta.
Muchas gracias por pasarte por aquí y comentar.
Hola, malas ediciones yo creo oque las ha habido siempre. Incluso entre editoriales de cierto renombre y con solera. Ahora mismo me viene a la cabeza la editorial Ultramar, muy conocida dentro del mundo de la literatura de ciencia ficción, y de cuyos libros soy coleccionista y lector. Prácticamente en todos ellos me he encontrado erratas, y no precisamente unas pocas.
Al final lo importante es dar con buenos profesionales, sean editoriales o autónomos, o incluso uno mismo si se sabe hacer bien el trabajo.
El problema es que al final, en todos los sectores, la profesionalidad en muchas ocasiones se abandona para dejar paso a la rentabilidad.
Saludos
¡Coincido plenamente contigo! Gracias por comentar. Saludos.
¡Gracias por tu blog, de verdad! Me estoy leyendo una entrada tras otra y me estás aclarando dudas que ni sabía que tenía. En marzo publiqué un libro de relatos en Amazon y el proceso, desde la ignorancia de mi inexperiencia, fue un auténtico caos por momentos. No quise tocar puertas de editoriales para no perder las ganas y la fe en mi libro, lo tuve muy claro desde el principio; aunque sí que es verdad que siempre te queda la sensación de que no has hecho suficiente.
Yo parto de la base de mi blog, de un continuo aprendizaje a base de meter la pata y consultar la RAE (y a mi mejor amiga que es quien ha corregido el libro). Hasta hace poco me seguía pareciendo una falta de respeto hacia los escritores autodenominarme «escritora», porque era (y sigo siendo) consciente de mis carencias y del camino que todavía me queda por delante. Mi libro seguro que todavía tiene algo mal, alguna errata, algún error ortotipográfico que se me habrá escapado, y no veas lo mucho que me estoy calentando ahora la cabeza para que esté perfecto de cara al lanzamiento en papel bajo demanda, con lo que no puedo entender la gente que publica sin ton ni son sin preocuparse de lo básico.
La gente no es consciente del trabajo que hay detrás de un escritor «indie» que de verdad se lo toma en serio, y de verdad, la labor que haces con tu blog es muy pero que muy útil.
Me encantaría que si te apetece, le echaras un vistazo a mi blog o si te despierta la curiosidad, al libro.
Gracias por resolverme tantas dudas, tenía la cabeza echando humo.
Un saludo.
Hola, Mamen:
Gracias por tus palabras hacia mi blog.
Tu página web es bien bonita; me gusta, sobre todo por la delicadeza que transmite. Respecto a las cubierta del libro, permíteme decirte que los textos no son de fácil de lectura y eso puede dificultar a la visibilidad del libro.
Saludos.
Definitivamente «editar» y «publicar» no son términos intercambiables. Pero dudo bastante sobre «inexistencia de la autoedición». Si la falta de objetividad fuese un factor suficiente para descalificar una edición, esta no existirí del todo… Si tomamos en cuenta forma y fondo, creo que ni siquiera un editor puede abordar un texto literario de manera objetiva.
La objetividad existe como meta, al igual que en el periodismo, no como verdad absoluta de ejecución práctica. Se tiende a la objetividad, se intenta ser lo más objetivo posible, pero no se es objetivo, por el simple hecho de que somos sujetos y no objetos.
Dicho lo anterior, cualquier persona que lea, critique, analice, edite, corrija, etc., etc., una obra ajena será más objetiva que su autor. Y lo digo con conocimiento de causa, como autora y como editora. En breve publicaré un libro y lo que el editor y el corrector vieron en ese texto yo no pude verlo. Por eso digo que la autoedición no existe y sí la autopublicación. Además, publicar puede hacerlo cualquiera, editar no.
Por otro lado, no todos los textos son literarios. La edición y la publicación de libros no son sinónimo de literatura (habrá entrada próximamente sobre estos conceptos en el blog). Existen muchísimos libros de no ficción y nada tienen que ver con el aspecto literario. Y que también se editan, publican y autopublican, claro.
El autor no es objetivo con su obra, de acuerdo, pero las editoriales publican segun sus interes que no siempre son la calidad, sólo hay que ver algunas cosas que se publican
Por supuesto, una editorial tradicional es una empresa y tiene que vender libros para existir (caso contrario, ¿de qué otro modo ingresa dinero?), así que publicará aquellas obras que pueda vender y, efectivamente, hay veces que la calidad de edición de algunos sellos deja mucho que desear. Las restantes editoriales —las de autoedición o las de coedición autor-empresa— no viven de vender libros, sino de los servicios que el autor les contrata, así que imprimirán los ejemplares que este pague con una calidad acorde a lo abonado.
La autoedición sí existe. Sobre todo si el libro es especializado. De las novelas no hablo, pero que un profano se meta a reordenar un lenguaje técnico, suele ser contraindicado. Y la autopublicación, también existe, sobre todo si deseas obtener algún beneficio. El empleado descontento de una editorial me remitió un documento que mostraba cómo mi editor había vendido en hispanoamérica cerca de veinte mil ejemplares de una obra mía. A día de hoy sigo sin percibir un céntimo en derechos de autor. Así que mejor autopublicarse. Apenas serás conocido, pero va cayendo para café.
Seamos sinceros: hay de todo, como en botica. Autopublicarse —que no autoeditarse— no es un camino de rosas ni todos los editores mienten respecto a la venta de libros. (Si tienes pruebas de esas ventas y del no cobro de regalías por derechos de autor puedes denunciar al editor siempre que el contrato que hayas firmado con él ampare tus argumentos).
Por otro lado, hay libros técnicos que, si no pasaran por las manos de un editor o corrector, no los entenderían ni siquiera los avezados en la materia. Ser experto en un tema no convierte a esa persona en escritor profesional de ese tema. He trabajado con muchos médicos y economistas, así que tengo alguna que otra referencia al respecto. Y también debo decir que más de una vez he visto cómo gracias a los correctores especializados el editor se ha librado de publicar un texto con errores de concepto escritos por el autor.
Gracias por comentar.
Buena suerte al tratar de cobrar derechos de autor en otro país, porque la legislación cambia y no todos los estados aceptan la propiedad intelectual registrada en España. Entre olvidarte y perder dinero en gastos de abogado, más vale ser conservador y optar por la amnesia.
Más de 175 estados adhieren al Convenio de Berna para la Protección de las Obras Literarias y Artísticas, base de las leyes de propiedad intelectual de casi todo el mundo, así que no tiene suficiente base legal lo que comentas.
Por otro lado, creo que confundes conceptos: cobrar derechos de autor no tiene relación con registrar una obra, y la propiedad intelectual existe se registre o no la obra, son cosas independientes y complementarias, pero diferentes.
Puedo comprender que un editor te haya engañado, pero los términos legales y las protecciones jurídicas son otra cosa. Y algunos editores —más muchos otros que dicen serlo y ni visos de acercamiento tienen a esta figura— se aprovechan porque saben que los autores protestan, pero a la hora de denunciar (actuación legal) no lo hacen.
Pues el movimiento se prueba andando, porque en teoría todo es maravilloso. Indícame algún editor fiable para México, Colombia, Perú, Argentina o Chile.
No tiene sentido dar nombres al tuntún —por diferentes y extensos motivos que no pueden ser abarcados en un comentario—, empezando por no saber quién eres, qué escribes, cómo escribes, etc., etc., etc.