En varias entradas pasadas me he dedicado a diferenciar los distintos tipos de edición, como son la tradicional, la cíclica y la ramificada. (Para más información, consulta la tríada de artículos «Edición cíclica y edición ramificada» empezando por aquí).

De manera concisa, la edición tradicional es el conjunto de conocimientos, técnicas y métodos que se han empleado desde la invención de la imprenta y por medio de medios análogos.

La edición cíclica es una extensión de esta tradición, pero utilizando tecnologías digitales, por el cual el quehacer se centra en un dispositivo: la computadora; así como surge el multiformato: el ebook junto al impreso. La edición es ya edición digital en este contexto.

Por último, la edición ramificada es la propuesta metodológica que he estado trabajando y cuyo origen es el single source and online publishing, el cual pretende crear una diversidad de formatos a partir de un conjunto de «archivos madre».

La gran diferencia entre este último tipo de edición con el resto es que la producción de los formatos se da de forma paralela y descentralizada: la edición ramificada invierte el problema de «a más formatos, mayor tiempo, mayor uso de recursos y menor control».

Pero no solo eso, la metodología ramificada también pone sobre la mesa dos temas: la completud de una obra y la dependencia tecnológica implicada en la producción de publicaciones.

Es aquí donde al fin me dedico a hablar sobre un término que he mencionado con brevedad en dos entradas anteriores: «edición continua».

Más allá de las ediciones de una obra

Como lo mencioné en otra entrada, la completud de una obra, por lo general, es resignación: los tiempos acotan las horas de trabajo, los recursos consumen su posibilidad de realización y la carencia de conocimientos técnicos limitan sus características. La producción de una publicación es un proceso arduo y, en más de una occasion, no se desarrolla según lo planificado.

Esto da pie a diversas implicaciones:

  • En un contexto multiformato abre la puerta para un mayor descontrol y pérdida de calidad, debido a que el personal tiene que estar capacitado sobre las características de cada formato.
  • En un contexto cíclico se traduce en tener que emplear menos recursos y tiempo para producir más formatos en un mismo periodo.
  • En un contexto propietario quiere decir que se ha de invertir en software y hardware cada vez más especializado para dar un cumplimiento afín a la calidad y el calendario estimados.

Debido a estas cuestiones es común que las personas dedicadas a la edición, por lo general, recuerden la publicación de una obra como un proceso traumático o al menos insatisfactorio: siempre se pudo haber hecho más, pero los tiempos, el presupuesto, la computadora, el personal…

La mayoría de los editores ya tienen serios problemas al momento de lidiar con las diversas ediciones de una obra y esta dificultad se exacerba cuando en el ámbito digital existe la posibilidad del uso de versiones. Si cada edición indica la fecha de completud de una obra, en el versionado se hace patente el nivel de maduración de un proyecto.

La diferencia no es nimia. En el número de edición se apela a la completud de la obra, mientras que en el número de versión se explicita su incompletud. En el versionado la completud es una idea que busca su cumplimiento mediante el crecimiento paulatino de un proyecto.

La completud deja de ser concreta y pasa a ser una guía para el rumbo que tome una publicación. La completud exhibe que la «obra» no es el puerto destino, sino que esta está en constante «evolución», cuya prioridad es la gestación del «proyecto». En fin, la completud es el ensueño de la imaginación del editor.

El versionado da dinamismo, pero también acarrea un mayor nivel de compromiso. Siempre es una ventaja suponer que la edición marca el fin de un proyecto, aunque sea solo temporal: es la calma después de la tempestad.

No obstante, en el versionado el proyecto permanece abierto: a cada instante se está a la intemperie, por lo que un constante mantenimiento es necesario para evitar el naufragio. Cuando un proyecto deja de tener versiones, en lugar de decir que se ha completado, se indica que se ha abandonado. Es decir, en el versionado la completud nunca llega.

Este dinamismo puede ser menos accidentado si se tiene una metodología que permita automatizar y hacer menos tortuoso cada uno de los procedimientos implicados en la publicación de una obra. La edición ramificada es una propuesta para subsanar las dificultades en esta dinámica, aunque implica el aprendizaje explícito de un método de producción y las técnicas y los conocimientos que vienen embebidos en ello.

Más allá de las versiones de una obra

Pero cuando esta conciencia metodológica y el control técnico son alcanzados, el versionado deja de ser necesario —y no solo hablo sobre el método ramificado, sino cualquier tipo de metodología que permita los mismos resultados—.

No es que el versionado se torne anticuado o inconveniente, sino que en este contexto es posible alcanzar tal grado de dinamismo —un movimiento vertiginoso de constantes cambios sobre el proyecto— que el versionado aumenta rápidamente. Por lo general, la idea de manejo de versiones busca ir paso a paso, en cada nueva versión se pretende incluir una serie de mejoras o arreglos en un solo paquete que vuelve a instalarse nuevamente.

Sin embargo, cuando los cambios son tan constantes, puede incluso resultar confuso qué mejoras o arreglos incluir en la siguiente versión, así que por pragmatismo o pereza se recurre a la liberación continua. En lugar de crear paquetes nuevos —todo el proyecto una y otra vez—, se actualizan los paquetes —el proyecto es el mismo y solo se descargan sus cambios—.

«Libera pronto, libera continuamente» es una frase atribuida a Eric S. Raymond, personaje clave para el movimiento del código abierto. Y lo que implica es la publicación constante de cambios que aunque parezca caótico, marca un ritmo de desarrollo constante que permite a los demás tener un contacto de primera mano con la gestación de un programa.

En inglés, este modelo de desarrollo se conoce como «rolling release». Y la idea de «rodante» hace más clara la imagen de la vida de un proyecto como una bola de nieve: movimiento cada vez más robusto y acelerado, que continúa hasta colapsar.

El rolling release en la edición

La edición como edición continuaLa publicación continua puede tener un mal sabor de boca para muchos editores. Implica que cada vez que se hace un cambio, la obra de nuevo se publica: una práctica que atenta directamente a la idea de ediciones, pero también a la de versiones.

Pero ¿cuántos no han hecho «trampa» y han colado algunas correcciones en el archivo y aun así la siguen catalogando como la misma edición o versión? El dinamismo en la edición no es una novedad, pero lo que se admite en un modelo de liberación continua es que la obra ya no es la misma. Caso contrario es fingir la identidad de la obra al conservar el número de edición o de versión, cuando la publicación ya se ha modificado.

La liberación continua es franca con el lector: «la obra no está completa, sigue en constante cambio, disculpa las molestias». Incluso en su colapso: «esta obra ya ha ido demasiado lejos que no puedo mantenerla más». El abandono ya no sabe a fracaso, sino a un desvío de intereses o de energía. Además, si el proyecto es abierto implica una apertura para que otras personas le den continuidad.

Ejemplos de esta liberación continua la podemos ver en el historial de cambios de Pecas, una propuesta concreta de la metodología ramificada de publicación y que a esta fecha tiene ya 573 actualizaciones en tan solo dos años.

Otro ejemplo de edición continua es Edición digital como metodología para una edición global, la antología de estas entradas que a la fecha cuenta con 124 actualizaciones en casi dos años y 59 actualizaciones desde su primera publicación, hace cuatro meses y medio.

¿Imaginan lo inverosímil que sería indicar que en una obra que aún no ha alcanzado ni medio año de vida ya cuenta con 59 ediciones o versiones?

Identificación en la avalancha

Como se puede observar en los historiales de cambios, la liberación continua no es sinónimo de pérdida de control. Al contrario, cada cambio tiene un identificador único universal (UUID), fecha —incluyendo huso horario—, usuario que realizó el cambio —con correo electrónico incluido— y hasta qué modificación concreta se hizo a cada archivo.

Este gran dominio es gracias a git, un tipo de control de versiones cuyas características generales se han catalogado como el octavo elemento metodológico de la edición ramificada.

Siempre es posible saber el cuándo, el qué y el quién. El nivel de detalle es tal que incluso da más información sobre la «evolución» de una obra que la consulta de formatos finales, también conocidos como ediciones o versiones; o al menos facilitan su consulta.

Además, este proceso de identificación visibiliza dos cuestiones. La primera es que no hay método más sencillo para identificar y mencionar la antigüedad de una obra que su fecha. El uso de UUID es mucho más exacto, ya que en un mismo día puede haber varias actualizaciones, pero es poco legible por humanos, ¿qué significado tendrá un conjunto de caracteres alfanuméricos?

Esta falta de legibilidad también es compartida con la numeración para las ediciones o versiones: «primera edición», «versión 2». ¿Qué quiere decir eso para conocer la antigüedad de una obra? ¡Qué año data esa dichosa «primera edición» o «versión 2»!

La obra evoluciona cuando deja de ser el centro y la publicación se desecha…

Esto abre paso a la segunda cuestión. Como también puede observarse en el historial de cambios de la antología, muchas de las modificaciones no se hicieron directamente a los formatos publicados: unas son adiciones de nuevas entradas, otras son actualizaciones de los archivos madres y algunas más son modificaciones del script que produce los formatos o implementaciones de nuevas funcionalidades de Pecas.

El control en la liberación continua no solo es sobre la obra, sino del proyecto, sobre el material implicado para producirla. El bibliófilo no solo puede ver de manera más amena la evolución de la obra, sino que también tiene acceso a los procesos que subyacen detrás de su producción.

La cuestión no es paupérrima. La tradición editorial ha hecho del libro su centro de atención y agregaría que, más bien, lo ha hecho a un formato en particular: el impreso. La imagen no parece problemática e incluso su crítica parece contraintuitiva: si tu gremio se dedica a publicar obras, ¿qué problema hay con que el libro sea el centro de ese universo?

El «librocentrismo» en la industria editorial

El empeño por querer tener formatos finales —los únicos elegibles para la publicación— hace que la persona editora se centre más en el producto final —en muchos casos como «mercancía»— que en los pasos necesarios para obtenerlo. O bien, cuando nace la preocupación por los procesos necesarios, el enfoque centralizado en la obra supone que a cada formato le corresponde su propia vía de gestación o, peor aún, que un formato precede a los demás.

El «librocentrismo» hace de la publicación el desenlace necesario de los procesos editoriales. Para un público general, esto se oculta hasta el punto de minimizar el quehacer editorial: «¿por qué tarda tanto si solo es un montón de papel con tinta o lenguaje de marcado?».

Ante las personas que dictaminan el curso de una editorial o incluso de toda la industria en una región, es carencia de capacitación y falta de recursos: «se busca persona con conocimientos de x programa privativo; del presupuesto cotiza un taller para usar y paquetería de software que en z feria anunciaron como la panacea editorial; pide apoyos gubernamentales o internacionales porque cada tres años tenemos que actualizar nuestro equipo de cómputo».

En el librocentrismo la dependencia tecnológica no importa, siempre y cuando ese software o hardware cumplan con el cometido de publicar la obra. Una paquetería de diseño o de oficina se vuelve omnipresente, aunque en realidad pocos la dominan. Un conjunto de programas es confundido con un método único de producción de libros.

Y si un proyecto falla, el programa, la máquina o el personal es quien tiene la culpa; cuando el problema es que la falta de capacitación nunca ha sido en relación con los formatos deseados, sino la evasión de ver que la edición no solo es una tradición o una profesión, sino también un método.

Si preparas a una generación de editores o diseñadores para utilizar programas propietarios determinados es casi seguro que una vez terminada su formación esos conocimientos sean obsoletos —ignoremos un poco la diferencia entre el uso de estos programas en la escuela y en el trabajo—.

De nueva cuenta hay que buscar capacitaciones, con la cruda realidad donde lo que no ha cambiado es la dependencia a que alguna compañía o institución te proveerá del software y hardware necesario para hacer tu trabajo.

Pero si nos centramos en el método, en cómo publicar una obra en diversos formatos con la mayor automatización y calidad posible, se hará patente que lo relevante yace en los archivos de origen y en el camino que va de ellos al multiformato.

Un formato determinado deja de tener mayor jerarquía. Los formatos dejan de «competir» entre ellos. Los procesos de producción multiformato ya no se perciben como ajenos. La publicación deja de ser el objetivo: es desechable.

El centro se vuelca al cuidado de los archivos madres y al mantenimiento de los procesos automatizados de publicación multiformato. Los formatos finales, esos EPUB, MOBI o PDF a publicar, se producen incesantemente y se eliminan sin el temor de haber perdido algo. No hay merma porque el valor de la obra reside en sus orígenes, la publicación es solo una muestra de los esfuerzos aglutinados en un objeto, que puede reproducirse sin problemas.

Como editores, ¿cuántos proyectos yacen ahí en nuestras computadoras, discos duros externos, nubes o repositorios que han quedado abandonados? En la pretensión de publicar un texto hemos minado sus posibilidades al atropellar, una y otra vez, la metodología necesaria para su gestación.

Enseña a una generación de diseñadores y editores a concebir la edición también como un método y no habrá software o hardware que los limite. Mejor aún, por esa libertad dejarán de estar a la espera de compañías o instituciones porque cada quien, como persona, equipo de trabajo o editorial, será el arquitecto de su propio método.

Un giro en la edición es necesario. Al tener conciencia clara del método, la obra evolucionará de manera favorable y la publicación tendrá los estándares de calidad deseados. En el anhelo por cosechar sus frutos, la tradición editorial ha hecho del libro un fetiche. La edición continua y más específicamente la edición ramificada y libre podrían ser uno de esos giros.

Proceso del single source and online publishing (SSOP)


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