Una editorial es, ante todo una empresa y, como tal, debe ser rentable. Y para serlo debe de tener clientes antes que lectores.
Una empresa vive de sus ventas —sean productos o servicios—, vive —y/o sobrevive— de ese reducido espacio que en cualquier balance ocupan los ingresos frente a la extensa superficie de gastos.
Por tanto, una editorial vive de vender libros, no de tener lectores. Y lo mismo aplica para un escritor que se autopublica: un autor vive de sus ventas, no de sus fans en las redes sociales o de sus lectores.
Esta aseveración viene a cuenta de una charla que mantuve con una editora en BookCamp y de una participación que hizo un autor en uno de los talleres que allí se impartieron.
Para mí la distinción entre compradores, lectores y seguidores es más clara que el agua, y me sorprendió que algunas personas se extrañaran de este punto de vista.
La editora, en referencia a un libro de su editorial que está teniendo buena repercusión, me contestó “es cierto que va bien, pero no es muy bueno”.
Puedo comprender que a las editoriales les plazca que el libro que más venden sea, además, “bueno” (hay que ver qué valor y/o sentido se le da a bueno…); pero…
¿Qué importa cuán bueno es un libro si se vende bien?
Por otro lado, si el libro no fuera lo suficientemente “bueno”, o fuera “malo”, no se vendería, así que alguna virtud la obra tendrá, independientemente del marketing que se le esté haciendo.
Es una manía habitual de algunos profesionales de la edición erigirse en defensa de la “alta literatura” y que todo lo que no sea “bueno” —según ellos— no merece la pena y “¡fush-fush,vade retro!”.
¿Realmente creen esto que dicen? Patilluda estoy de escuchar defenestrar a El Código Da Vinci, de Dan Brown, por lo “malo” que es el libro, por lo light del contenido y la poca profundidad de la historia.
Más de un editor hubiera matado por publicar ese libro y salvar su cuenta de resultado del año, y la de los siguientes. ¡Basta de santurronerías!
¿Acaso las editoriales no son empresas que persiguen un rédito económico? Sino sería fundar una empresa para fundirse, y nadie comienza un negocio para perder dinero. Pleno sentido común.
Algún cultureta se horrorizará de esta distinción que hago, pero lectores y compradores son cosas bien distintas. Las editoriales, antes que lectores, quieren —porque los necesitan— compradores.
Y para muestra valga un botón o, mejor dicho, valga un Sant Jordi. ¿Cuántas de las personas que compran libros en Sant Jordi son lectores y cuántos solo compradores y, además, ocasionales?
La misma distinción vale cuando se habla de “tener fans”. Tener seguidores no equivale a que lean lo que escribes. No es sinónimo de que quienes te siguen o son amigos en una red social sean lectores de tus libros.
Qué dicen las cifras de los informes oficiales
Las cifras de los últimos estudios sobre los hábitos de lectura y los libros más vendidos en España avalan el argumento.
La Federación de Gremio de Editores de España (FGEE) informó, a finales de diciembre del año pasado, que la actividad editorial descendió un 20 % en los últimos tres años.
Y que se estima que el negocio editorial ha caído un 10 % o más en el mismo periodo. (Habrá que esperar a que se publique el informe del Comercio Interior del Libro en España 2012 para tener datos más firmes).
Como consecuencia, se estipula que la facturación editorial ha pasado de 2800 millones de euros a 2500 millones, perdiendo casi 300 millones de euros de facturación.
Por otro lado, el Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros de 2012, publicado en enero de este año, informa que el porcentaje de lectores de libros alcanza en España al 63 % de la población. Y que ha aumentado la cantidad de lectores de libros en comparación con los años anteriores: un 2,7 % respecto a 2010 y un 1,6 % respecto a 2011.
Por supuesto, también han aumentado los lectores de libros en soportes digitales (ordenador, un teléfono móvil, una agenda electrónica o e-reader): 6,4% respecto a 2010 y 4,9% respecto a 2011.
Lectores y compradores no comparten senda
Estos estudios evidencian que lectores y compradores no necesariamente van por el mismo camino, ya que la fauna es variada. Hay:
- lectores que leen en bibliotecas y no compran libros;
- lectores que leen libros impresos y digitales que les prestan;
- lectores que leen libros digitales de descarga gratuita;
- lectores que leen libros digitales e impresos que le regalan, pero que no comprarían;
- compradores que adquieren libros para regalar y no para leerlos ellos;
- compradores que adquieren libros para leerlos ellos mismos;
- compradores que adquieren libros para leerlos ellos y otros libros para regalar;
- una gran cantidad de reseñadores de libros que los leen, pero no los compran;
- y alguna tipología más que se me ha escapado…
Seamos sensatos y sinceros: una editorial lo que necesita, en primera instancia, es tener compradores. Es un principio de subsistencia: sin ellos el negocio no tiene razón de ser.
Y no por ello la editorial es menos importante o pierde influencia en el mercado, es menos influyente, poco culta o irreverente (que los tiros no van por ahí…).
Que las editoriales vendan un producto cultural como el libro —con todo lo que ello implica—, no quita que dejen de ser productos.
Que editar y publicar libros sea una tarea apasionante y maravillosa no lo pongo en duda ¡si yo vivo del sector editorial!
Y me encanta trabajar dentro de este sector. Pero mojigatería… las justas. 😆
¡Tienes más razón que un santo! Lo que cuenta al final son las ventas, no los lectores.
Es que en el balance la columna de ingresos dice «ventas», no otra cosa 🙂
Totalmente de acuerdo que se trata de una industria, que al final lo que cuenta son los resultados PERO no confundamos la industria del entretenimiento esa que da al publico un producto fácil de digerir, lectura amable para el Metro, que no exige un esfuerzo, que sirve de evasión,muy licito y que funciona PERO también hay otro tipo de producción editorial.
Hoy hay grandes poetas en lengua castellana y su público es muy limitado.
Para mí tiene tanto valor un gran poeta de castellano elevado como un escritor de literatura light, Antxon. Cada uno tiene su público, y muchos lectores, a través de la lectura, buscan entretenimiento, incluso evasión, y no necesariamente un análisis lingüístico de la prosa. Para gustos… los colores y, por suerte, hay variedad de lectores y una amplia -amplísima- producción editorial entre la cual para elegir obras para leer.
¡Gracias por visitar mi blog y comentar!
Yo estoy de acuerdo en líneas generales, pero creo que hay un matiz que es difícil de medir y valorar.
Los fans son lo más importante a largo plazo, en mi opinión. Yo puedo comentar ahora una novela que leí hace 20 años, aunque en aquel momento me la prestaran y no fuera una compra, y al hacerlo la mantengo viva, la recomiendo, y puede que alguien la compre hoy porque yo le he hablado de ella. Es decir porque en su día la leí, por el método que sea, y me gustó tanto que la recuerdo y la recomiendo cuando surge la ocasión.
Eso solo lo consiguen las novelas que de verdad calan en los lectores, pero yo creo que es lo más importante. Las que producen ese efecto encontrarán audiencia antes o después, y sus fans hablarán de ellas de un modo especial, que no se puede pagar, y que genera más ventas a la larga. Lo que pasa es que ese efecto no se puede medir y hay que tener mucha visión para saber aprovecharlo.
No contradice que se necesitan ventas, por supuesto, pero me parece uno de tantos detalles que las editoriales no saben tener en cuenta ni fomentar como es debido. Solo se centran en lo palpable, en lo que se puede medir y tocar, algo necesario, desde luego.
Saludos.
El «long tail» es importantísimo en el sector editorial, ya que tener bestsellers no es lo habitual. Una editorial puede tener uno o dos, y cada tanto, y ello no le alcanza para sostener toda su estructura; de allí la importancia de fidelizar lectores y, que a través del boca-oreja, el libro se conozca y se venda de a poco pero de forma constante en el tiempo.
Gracias por seguir pasándote por aquí Nando y comentar.
Hola Mariana y contertulios,
Siempre que me reencuentro con tu blog descubro que las últimas entradas se ajustan totalmente los temas que estoy pensando últimamente.
Voy a dejar una pequeña reflexión que espero complemente tu post. Creo que la distinción que haces es necesaria. Las tipologías que aclaran los diferentes perfiles de lector son útiles para analizar las acciones que queremos llevar a cabo. Y como dice Bernat Ruíz muchas veces se disfraza de promoción a la lectura lo que son realmente actuaciones para fomentar las ventas.
No obstante pienso que la tendencia adecuada es precisamente aquella que nos permita trabajar con todos estos tipo de agentes interesados en nuestros contenidos. Quizás del post se pueda desprender que lo que hay que hacer es buscar a los compradores, a los que nos permiten hacer rentable nuestra empresa. Creo sin embargo que la tendencia contraria es la más correcta de cara a un futuro.
Me explico: los editores deben entender que su negocio ha pasado a basarse en la gestión de comunidades a las que dan servicios. En un comentario hablabas de la teoría «long tail» de Anderson. Pues bien, precisamente se trata de(como dice este autor en su libro «Free»)construir modelos freemium en los que unos usuarios pagarán y otros no. Los fans y los lectores son vitales. Quizás no nos dan réditos económicos directos pero en una economía digital el verdadero recurso escaso es el tiempo de atención. Estos «clientes que no pagan» son fundamentales para crear boca oreja, para dar valor a la marca. Cada vez serán más ellos los «evangelistas de mi marca», los agentes que traigan público de pago.
Quizás a nivel interno sea fundamental segmentar lectores y clientes que pagan pero debemos entender de todos depende el futuro de nuestra empresa y quizás, aunque parezca un contrasentido, serán más importantes los que no paguen porque serán la mayoría que de sentido y viabilidad real a nuestro proyecto. ¡Ya me he extendido demasiado!
un saludo a todos
Antonio
El modelo editorial tradicional ha cambiado mucho Antonio, y con Internet crear comunidad es más fácil, desde el punto de vista de las herramientas. Y creo que esa comunidad está conformada por compradores, lectores y seguidores, y hay que cuidarlos a todos: a los que pagan tu producto, a quienes lo leen, a quienes te siguen y al público «indirecto» también, que puede ser un potencial lector y/o comprador y/o prescriptor. Todo esto considerando que la editorial apueste por el marketing digital y no espere un retorno de la inversión a corto plazo. Ahora bien, si esa comunidad no genera rédito (que no necesariamente tiene que ser económico, pero que sí debe generar beneficios) es que algo no se está haciendo bien. Hay que estudiar, analizar y encontrar nuevos modelos de negocios para el sector editorial. Creo que éste es uno de los grandes retos del sector.
¡Gracias por comentar!
Hola:
¿Cree usted que, por ejemplo, para Espasa-Calpe ha sido un éxito publicar a Belén Esteban? Para mí, la reputación de esta mítica editorial ha caído por los suelos. Eso sí, rentable, al menos a corto plazo, ha sido un rato.
Gracias y saludos
Hola Ramón. Este tipo de libros permite que una editorial siga funcionando -no olvidemos que una editorial es una empresa y, como tal, debe de ser rentable o cierra- y, por otro lado, estos libros facilitan que la editorial continúe publicando las obras que desea. Hay libros que son maravillosos, pero no son rentables… Por último, guste o no, hay público para estos libros y así lo reflejan las ventas de los mismos.
Muchas gracias por visitar mi blog y dejar su opinión en él. Saludos.
Es cierto que cada editorial escoge la imagen que quiere dar y en torno a lo que quiere mover la marca, por lo tanto bajo mi punto de vista tanta validez tiene la alta literatura como la popular, están destinadas a públicos distintos. Pero al final lo que cuenta es que si la alta literatura va destinada a un público exclusivo entonces vendes menos que si te diriges a un público de masas, y si vendes menos, entonces ya puedes tener un producto bien caro para que los ingresos compensen. Yo particularmente empecé poco la incursión en la autoedición y tengo muy claro desde el principio que si quiero unos mínimos de consumo entonces tengo que enfocar mi creatividad en crear literatura de consumo, tenga más o menos éxito en dicha empresa.
Lo que quiero decir basicamente es que los productos cultos y elevados están muy bien para los carácteres sensibles, pero especialmente para la gente que tenga una vía de escape, léase, otra forma de ganar dinero. Quien quiera ganar el pan de cada día única y exclusivamente con lo que hace, tendrá que bajar los pies al mundo de los vulgares mortales a los que les da por comprar el libro de la Esteban.
Además, que no entiendo la manía que tienen algunas personas de equiparar lo accesible, lo asequible, con productos de baja calidad. Un libro no es sólo el contenido escrito, si no también un buen trabajo de diseño, maquetación, corrección, y especialmente el trabajo de fondo del marketing. Y más importante que tener razón en la cruzada por la literatura exquisita, está tener éxito y comer.
Gracias por la entrada, Mariana, escribes cosas muy inspiradoras.
Coincido contigo, Markus, tanto en la apreciación de la literatura como la que haces sobre la calidad del libro.
Sostengo que hay público para todos los contenidos, para todos los libros, la clave es saber dónde está ese público y cómo le comunicas el producto (en este caso, un libro). Si el libro de Belén Esteban se vende es porque tiene compradores, y lectores, guste o no. Insisto, la clave está en saber definir el nicho y encontrarlo.
Por supuesto, que la corrección, el diseño y la maquetación son fundamentales para presentar un libro a los lectores y, cada vez más, es fundamental el marketing. Sin promoción y difusión hoy un libro está destinado al anonimato. Tengo pendiente abordar más temas de marketing editorial en el blog.
Muchas gracias por visitar mi blog y comentar.
Imprescindible artículo, Mariana.
Alrededor del fenómeno de la literatura online surge una figura peculiar que no sabría denominar, pero que es cuantificable. Se trata de un fan, que no necesariamente lee pero sí comenta y termina dinamizando la comunidad que surja alrededor. Las motivaciones son diversas: puede estar tratando de posicionar su web, promocionarse, adquirir reputación… Pero también puede tratarse de personas que han encontrado un rincón, una especie de club, donde hablar de temas que le interesan y que generan cosas muy positivas. Es un público tangencial, que no sabes exactamente como clasificar pero que indudablemente tiene un efecto.
Lo dicho, muy interesante.
Saludos,
Gracias, Wifredo, por tu comentario. En este caso que comentas sería más interés por la temática que aborda un libro que por el libro en sí, ¿verdad?
Siempre les aconsejo a los autores que no desdeñen ningún espacio (red social, foro, etc.) ni ningún tipo de blog porque nunca se sabe dónde está el lector o el prescriptor.
¡Saludos!
Hay algo en lo que pocas veces se repara: la palabra «fan» es una denominación artificial al hecho de que una persona ha clicado algo. Eso es todo. Al bautizarlo de una manera sea efectúa un constructo que lleva a pensar a mucha gente que se trata efectivamente de eso, como cuando se emplea la palabra amigo. Efectivamente, no es lo mismo un fan (alguien que ha clicado, como pasa con el «me gusta», que tantos pretenden considerar una señal de engagement, sea lo que sea eso) que un lector y un comprador. La palabra cultura sólo genera toneladas de romanticismo y nostalgia de cómo a quienes les gusta un determinado consumo esperan que todo el mundo sea así. Es como el mito de que el cine se ve en el cine, frente a la fuerza de los números: casi todas las películas tienen muchos más espectadores fuera de la sala que en la sala. Pero los creadores siguen pensando que hay algo de anatema por no verlas en pantalla grande, y a pesar de que ellos se educaron viendo el cine clásico en video y pantallas pequeñas. No, no es lector todo lo que compra, ni es comprador todo lo que lee: ¿cuándo fue la ultima vez que se leyó (miró) la prensa en un bar de un diario tomado de la barra?
Tengo entendido que la palabra «fan» viene de fanatics, aficionado en castellano. La idea de «persona que clica» aparece con las redes sociales; sin embargo, aficionados (al fútbol, a grupos musicales, etc.) siempre existieron. Es cierto que todo comprador no es —necesariamente— lector, ni el lector es —necesariamente— comprador.
Muchas gracias, Gonzalo, por visitar el blog y comentar.
Gracias a ti. Sí, eso es un «fan». Pero lo que signifique es, en sí mismo, irrelevante: lo que cuenta es lo que pretenden hacer creer. No, no hay nada que confirme que clicar un botón tiene una intención decidida. El ejemplo más simple: ¿le doy a fan porque me lo pide mi amigo y le hago un favor?. En su día, la famosa teoría de los mil fan verdaderos nos servía para centrar el concepto de fan. Pero todos debemos tener en cuenta que los nombres no determinan el acto o como diríamos en castellano, aunque la mona se vista de seda… Clicar en «me gusta» o en «hazte amigo» no implica que la relación entre ese clic y la realidad sea la que describe al botón.
Tu última frase es clave. Es muy fácil dar al «Me gusta» en Facebook porque no se asume compromiso alguno y no cuesta nada nada hacerlo (solo un clic). Es más un «he visto que has publicado algo» que otra cosa…
«no se asume compromiso alguno y no cuesta nada nada hacerlo»
¡Exacto!
Gracias, Gracias, Gracia, en mi rancho diriamos; eres una chingoneria.