El fin de semana pasado se celebró Lenguando a la riojana en Logroño y San Millán de la Cogolla. Estuve asistiendo a algunos talleres a lo largo de todo el sábado, en Riojaforum de Logroño.
Uno de los talleres a los que acudí fue Creando tramas literarias, que impartió Santiago García-Clairac y el objetivo del taller era que Santiago comentara algunas técnicas y mecanismos para la creación de argumentos literarios.
Santiago García-Clairac es escritor de literatura infantil y juvenil fantástica y creativo publicitario. Ha creado, escrito y dirigido anuncios publicitarios, guiones y storyboards, además de escribir y publicar más de treinta libros.
De lo que Santiago pudo exponer en una hora —que, como se imaginarán, no es mucho— a mí me interesó especialmente lo que comentó sobre el “esqueleto” de una trama, sobre todo porque puede aplicarse a otras situaciones o ámbitos que no están relacionados de forma exclusiva a la creación de obras. De hecho, él aclaró que algunas herramientas y conceptos del ámbito de la publicidad las aplica en la elaboración de las tramas literarias que plasma en sus libros.
Nos comentó cómo pergeñó Dragontime (Editorial Bruño, 2014), su último libro; cómo desde una primera idea fue sumando elementos, investigando, planeando, combinando piezas y proyectando ideas hasta hacer encajar todos los engranajes en una historia global, porque este es solo el primer título de la saga.
Habló sobre si es más recomendable trabajar una trama desde la improvisación o desde la planificación, como también de lo fundamental que es conocer el público para el cual se escribe, ya que no es lo mismo hacerlo para un niño de 6 años que para uno de 10.
También, que toda historia, por fantástica que sea, debe poseer un componente humano: un personaje central en las historias, una persona aunque la historia sea de ciencia ficción.
El tema abordado que quiero comentarles en esta entrada es el siguiente. En la escuela nos han explicado que una historia se compone de tres fases: planteamiento, nudo y desenlace.
De modo muy sucinto, nos han enseñado que en el planteamiento o introducción se presentan los personajes, el tiempo y el lugar de los hechos, en cierto estado de “normalidad”.
En el nudo o desarrollo se relatan acciones o hechos que rompen ese equilibrio original y se desencadena un conflicto. Finalmente, en el desenlace, se regresa a un estado de normalidad que puede no ser el mismo que el de partida.
Santiago puntualizó que estas tres fases por sí mismas, en una trama literaria, no son suficientes y deben ampliarse:
PLANTEAMIENTO → Debe plantear un problema o un deseo. Presentar al personaje y su situación para ubicar al lector y darle un punto de partida. Es fundamental plantear cuál es su problema o su deseo.
NUDO → Debe centrarse en la búsqueda de la solución, la historia del personaje que busca la solución a ese problema o la satisfacción de ese deseo presentado en la primera fase.
DESENLACE → Debe ofrecer un resultado o beneficio que se materializa en la resolución del problema inicial o la satisfacción del deseo.
Con esta estructura se logra la atención del lector desde el inicio del libro, porque se produce una identificación entre personaje e historia con quien lee el texto. ¿Quién no tiene problemas e intenta solucionarlos?
Santiago dijo que las personas pasamos gran parte del día inmersos en problemas, y así lo creo, ya que gestionamos problemas y soluciones a diario, en menor o mayor escala, sean estos domésticos, personales, profesionales o de cualquier otra índole. (Aclaro que, imbuida en el taller, no he tomado nota de frases textuales, por lo que esta entrada puede contener lapsus variados).
Como conclusión, creo que esta estructura argumental puede resultar muy útil para escribir cualquier tipo de texto y no solo para argumentos literarios. De hecho, una aplicación práctica sería la redacción de entradas para blogs, donde también deseamos captar la atención del lector desde el inicio y que lea hasta el final lo que queremos expresar.
Hola Mariana.
Artículo interesantísimo y de mucho valor. Así es como se escribe una buena historia.
Hay una brecha abierta entre escritores de mapa (plotters) y escritores de brújula (pantsers). Los primeros tienen toda la novela planeada antes de ponerse a escribir; los segundos, aunque con ideas esbozadas, prefieren dejarse llevar por la intuición y la imaginación. Dicen que si lo saben todo de la historia antes de empezar a escribir, se aburren.
Yo he sido de los segundos (no porque me aburriera, sino porque no sabía cómo organizar un historia), pero ahora me he pasado a los primeros, porque ya sí sé cómo hacerlo.
Y, efectivamente, tu historia tienes que dividirla en tres parte: planteamiento, nudo y desenlace. No es nada nuevo, ya lo propuso Aristóteles en su Poética. No obstante, esa es, digamos, la columna vertebral que sostiene todo el esqueleto, luego, además, tienes que ir añadiendo otros «huesos» que le den consistencia y le permitan mantenerse en pie.
Muy esquemáticamente:
1. En el planteamiento, tal y como explicas, se introducen el tiempo, los personajes y, lo que se llama, la situación de equilibrio. Es decir, la vida del protagonista tal y como se desarrolla habitualmente, en la que hay un conflicto. Hasta ese momento, en realidad, no tenemos historia, sino tan sólo un punto de partida. No obstante, ese conflicto obliga al protagonista a actuar, a tomar decisiones para solucionarlo (desencadenante, y es a partir de aquí cuando el escritor empieza a desarrollar ideas argumentales (comienza el argumento).
Sin embargo, si el escritor se limitara a añadir una idea argumental tras otra, el lector acabaría por aburrirse. En algún momento, el escritor tiene que introducir un elemento de cambio que dé la vuelta al argumento. Es lo que se llama primer punto de giro principal. Con él, la línea argumental gira bruscamente y nos lleva al desarrollo.
2. En el desarrollo el escritor debe ocuparse de tres puntos fundamentales: profundizar en el tema de la historia, complicar el conflicto y enfrentar al protagonista con el antagonista. No obstante, al igual que ocurre en el planteamiento, en el desarrollo, pese a que introduzcamos nuevas líneas argumentales, multipliquemos los enfrentamientos entre antagonista y protagonista, y compliquemos la situación, si continuáramos así sin dar una salida, el lector volvería a cansarse, demandando una solución. Y para facilitar esta salida, tenemos lo que se llama el segundo punto de giro principal. Este punto de giro debe ser inesperado y cambiar completamente la línea argumental, encaminándola hacia el desenlace.
3. En el desenlace deben atarse bien todos los cabos de manera que la historia tenga un final lógico y, desde luego, debe resolverse el conflicto con que la novela empezó. Es decir, responder a la pregunta dramática que se planteó al principio: «¿Conseguirá nuestro protagonista el objetivo que se ha propuesto?»
Esto es lo que se hace en un resumen argumental: establecer cada uno de esos puntos de manera muy sucinta (es decir, construir el esqueleto de la historia). Luego (con más trabajo, naturalmente: como la creación de personajes, la investigación sobre la época histórica, el lugar, etc), ya tienes un buen punto de partida para comenzar a escribir. Y, pese a que la estructura general está planificada, el desarrollo de la novela, mientras la estás escribiendo, guardará siempre suficientes sorpresas para ti y evitará que te aburras, así que no está tan mal ser un «escritor de mapa».
Bueno, vaya comentario largo que me ha salido. Lo siento :(, perdóname, es que con temas como éste me apasiono y no tengo fin…
Muy buena entrada, Mariana. Me ha gustado muchísimo 🙂
Un saludo.
Ana
Hola, Ana. ¡Nada que perdonar! Todo lo contrario, te agradezco que dejes tu opinión y experiencia aquí y amplíes la información sobre tramas argumentales 🙂 Un abrazo.
Hola a todos, especialmente a Mariana y a Ana, la primera por la interesante entrada y la segunda por su aportación súper interesante.
Como Ana, yo fui de «los segundos», y también he terminado siendo de los que escriben sobre «plano». Es cierto, son dos estilos de escribir, pero desde la experiencia de ambos (estilos), sin ánimo de ofender, el de dejarse llevar por la inspiración tiene cierta dosis de inmadurez literaria, es el inicio de casi todo escritor, pero porque todavía no se han estructurado mentalmente las técnicas de escribir y dejamos que salgan a borbotones las ideas… Esto nos lleva a que terminan quedando en dique seco muchas de las historias porque somos incapaces de cerrarlas, o porque nos hemos metido en un nudo sin desenlace… ¡Aunque haya excepciones! Cuando se tiene una buena idea en la cabeza, lo mejor es pasarla al papel. Escribir en breve la idea, sin que ocupe más de dos A-4, una especie de guión con lo fundamental.
Como Ana dice, la planificación de una novela no está exenta de disfrutar con la creación, porque -al meno en mi caso- cuando escribo el guión de la novela, apenas marca el eje de la historia (como he dicho antes), por ejemplo con los personajes principales, pero que surgirán otros como apoyo a la acción que irán surgiendo inevitablemente, porque la historia también te sorprenderá a ti como autor con nuevas acciones de tus personajes, o porque las circunstancias son diferentes (era de día pero al final es de noche… o hacía sol, pero prefieres que llueva para acentuar la situación melancólica de lo que cuentas…).
Hay un asunto que no habéis tocado: los bloqueos. Esos momentos de parón en que la historia hace, pum… Y eres incapaz de seguir porque no sabes cómo resolver o encajar un diálogo crucial sin parecer ñoño, pedante, agresivo, etc. Los bloqueos solo se desbloquean escribiendo, sin obsesiones, pero escribiendo. Me explico: si la novela la tienes planificada, o «guionada»,a lo mejor esa parte puede saltarse momentáneamente y seguir con otra parte posterior que no interfiere con lo anterior. Otra cosa diferente puede ser lo contrario, que sea la inspiración la que nos empuje a seguir… Y yo seguiría. Ya vendrán las correcciones posteriores y le darás a la poda… Y luego una solución clásica: lleva en el bolsillo una libreta, o al menos un bolígrafo, porque en cualquier momento se aparecerá ante ti la «luz» y verás con claridad meridiana la solución que vuelve a prender la mecha de la historia hasta el final. Mi experiencia es que muchas buenas ideas que he tenido, por no apuntarlas, cuando llego frente al teclado digo «¿Cómo era aquello…?» y no recordar nada, porque las musas pasan y si no las haces caso, pasan de verdad…
Y por último otra cosa más que no hemos comentado: el descanso en el cajón. Toda obra debe reposar un tiempo, y luego ser leída otra vez. Es un ejercicio de higiene literaria necesario, además te descubrirás como escritor e muchas ocasiones y en otras te sonrojarás con lo que escribiste… ¡Al menos a mí me pasa!
Desentrañar la historia que llevas dentro es muy bonito y apasionante… Pero corremos el peligro de algo terrible: la pedida de la objetividad. Además de escribir también soy editor, y puedo decir con rotundidad que muy pocos autores se dejan llevar por la visión objetiva del editor. Una visión que además de conocer mejor que el autor el mercado (al menos el público que sigue a su sello editorial que es a quien se va a dirigir)e capaz de leer su obra con conocimiento de causa, promediando con otras muchas obras diferentes a la suya, y obre todo porque los consejos que pueda dar son a su favor, pues se va a jugar los cuartos y tendría que recuperarlos. ¡Si los consejos no fuesen buenos, sería tirarse piedras contra su propio tejado!
Bueno, como Ana me disculpo yo también por la longitud, pero esto pasa por contar en los blog con escritores 😉
Un cordial saludo.
Hola, Humberto. ¡Gracias por el comentario y la extensión! Creo que podríamos hacer varias entradas con los temas que mencionas en el comentario.
En el taller, Santiago comentó que él es «planificador», que siempre escribe siguiendo un plan, incluso conociendo cómo quiere que sea el final de la historia. Por otro lado, comentó que escribió con su hijo un libro a cuatro manos y la creación fue todo un desafío, donde ambos tuvieron que ceder un poco para sacar adelante la obra, ya que su hijo es «improvisador».
El descanso en el cajón incluso funciona también con la corrección, revisión, maquetación y diseño; aunque sea un par de días más tarde, cuando vuelves a revisar, se encuentran gazapillos para corregir. Me ha pasado hace poco días con la cubierta de un libro, que la vimos muchas personas y cuando de la imprenta enviaron la prueba de color, simplemente a golpe de vista, encontré un par de correcciones para hacer. ¡Salvada a tiempo!
La tensión objetividad-subjetividad, por parte del editor y el autor a veces es complicada, pero es cierto que un valor añadido del editor es que conoce el mercado y puede aportar visiones que enriquezcan la obra de un autor. Los egos, de uno y otro lado, a veces juegan malas pasadas 😉
Un abrazo y gracias por pasarte por aquí y compartir tu experiencia.
Interesante la entrada. Hace poco leí que en occidente todas las historias se basan en el conflicto, en la resolución del problema. Desde Grecia e incluso antes nos hemos acostumbrado a eso. Una búsqueda en Internet saca cientos de entradas al respecto (interesante la de entrada de la wikipedia sobre plot (en inglés).
En cambio, leí una vez que en oriente la estructura tradicional de las historias no es esa, el personaje no tiene conflicto. Hay una estructura en dos actos, el primero presentando un escenario que puede ser normal pero que el lector no comprende, y el segundo explicando el escenario. Es decir, el conflicto no lo tiene el personaje sino el lector al asomarse a un mundo nuevo. Me pareció muy interesante.
Sigo leyendo el blog anónimamente. Gracias por compartirlo con nosotros, Marriana.
Gracias por aportar esa diferenciación en la forma de estructurar historias que hay entre oriente y occidente. Y por comentar y leerme, aunque sea desde el anonimato 🙂
Hola, Mariana.
Como bien dices, este tema da para mucho.
Hay un aspecto muy importante a tener en cuenta. La estructura tradicional planteamiento-nudo-desenlace (P-N-D), como muy bien indica Ana Bolox, es argumental. Es decir, sigue el orden cronológico de la historia. Sin embargo, la trama puede alterar ese orden y tener una estructura narrativa no argumental o anacrónica, por ejemplo, N-P-D, que sería caso típico de comienzo «in media res». Sea como sea, los tres «actos» (P, N y D) deben aparecer en la historia, incluso cuando la estrategia narravita sea, justamente, romper con el orden cronológico.
Esto es importante porque hay que distinguir las diferencias entre argumento y trama. La trama puede no ser cronológica, el argumento siempre lo es. Y una curiosidad: El autor parte del argumento para luego disponer esa sucesión de hechos en una trama. En cambio, en el lector el proceso es inverso.
Del mismo modo, hay que distinguir línea de acción de trama. La línea de acción es la historia que se lee, y la trama es la disposición de los hechos y la integración de los elementos estructurales (espacio, tiempo, personajes…) que el autor realiza. La trama no se lee, se percibe.
Por otra parte, estoy parcialmente de acuerdo con Humberto respecto a que «dejarse llevar por la inspiración tiene cierta dosis de inmadurez literaria». Es cierto que la falta de conocimientos técnicos de los escritores en ciernes los lleve a no planificar, pero hay autores que tienen una brújula maravillosa. Ahí tenemos a Stendhal. Llevo 40 años escribiendo cuentos, cuyas estructuras domino mentalmente. Ahora me estoy embarcando en una novela. La tengo clarísima en mi mente, sin embargo ya tengo mi «planning» documentado que me permite tener una «vista panorámica».
Bueno, espero haber aportado algo interesante.
Un beso.
¡Ah, bueno, Néstor! Este comentario es una master class en sí mismo 🙂 Gracias por toda la información aportada. Un abrazo.
Néstor, interesantísimo todo lo que has dicho. Como dice Mariana un master class 😉
Gracias por las aportaciones que desde luego me estudiaré, porque aunque lo puedas llevar implícito por experiencia propia, es bueno asumirlo técnicamente para ser más «crítico», para empezar conmigo mismo y luego ya veremos… jejeje…