De la antesala a la «revolución» digital

La edición de material impreso nunca ha sido un proceso sencillo. Desde los amanuenses hasta la imprenta se han requerido diversas habilidades para poder cumplir con cada uno de los procesos. Los procesos para publicar una obra, por lo general, son:

  1. Editar y corregir.
  2. Diseñar y maquetar.
  3. Cotejar y revisar.
  4. Imprimir.
  5. Distribuir.
  6. Comercializar y administrar.

Antes de la «revolución» digital, la minuciosidad puesta en cada proceso marcaba el ritmo en el flujo de la edición. Si se descuidaba un elemento, con seguridad la obra perdería calidad o tendría que empezarse de nuevo. Por este motivo, cada proceso de la edición tradicional iba paso a paso, tratando de regresar lo menos posible a la fase anterior.

Este andar también iba al ritmo de la infraestructura, los recursos y la demanda existente. Antes de la imprenta el flujo era consistente y con un «lento» crecimiento. Con la llegada de la impresión la edición se aceleró, los costos decrecieron y la demanda creció.

El libro pasó de ser un artículo poco asequible a ser un elemento de uso diario. Podemos decir que la imprenta no solo fue una «revolución» sino también una «apertura» de la información.

El traslado a lo mecánico permitió que los oficios relacionados con la edición se especializaran a través de los siglos. Si bien las técnicas se fueron afinando o cambiando hasta mediados del siglo XX la concepción metodológica permaneció invariable: la edición era una progresión unilateral hasta la publicación y comercialización de la obra.

En la «revolución» digital

El uso de tecnologías analógicas implicaba que solo unos pocos podían solventar algún revés. Si una publicación salía con defectos, no quedaba más que la adición de una fe de erratas o, en el peor de los casos, la bancarrota.

ComputadoraA partir de la segunda mitad del siglo XX esta condición empezó a flexibilizarse. La masificación de las computadoras abrió la puerta para facilitar la regresión en los procesos, al permitir la modificación del documento a diestra y siniestra, incluso durante su impresión.

La publicidad era clara durante el surgimiento digital: la máquina de escribir en la oficina siempre dejaba rastro en la corrección. Este fue el primer frente en el que las computadoras personales buscaron un mercado, pero fue cuestión de tiempo que observaran otras posibilidades:

  • las computadoras en lugar de la máquina de escribir en el hogar, para la redacción de documentos personales o domésticos;
  • la tecnología digital para «modernizar» tanto la escritura como la impresión de documentos.

Las computadoras dividieron al mundo editorial. La confrontación no fue fortuita: el estado de la tecnología digital representaba un revés en la calidad editorial alcanzada a través de siglos. Pero paulatinamente se fue puliendo (¿o ignorando?) la calidad de la edición digital gracias a TeX y el DTP (desktop publishing).

Algunos elementos de la tradición editorial fueron rezagados. Sin embargo, la concepción metodológica de una progresión unilateral permaneció inalterable. La diferencia estribó en que la tecnología digital permitió que el retorno en los procesos se hicieran por medio de un teclado y un ratón. Al menos así fue cómo las compañías de software y hardware publicitaron la apuesta por la «modernización» en la edición de documentos.

En los noventa, el DTP como sinónimo de edición estaba en proceso de consolidación. La edición era ya edición digital. De Corel Ventura, pasando por PageMaker y QuarkXPress, hasta InDesign, la publicación de impresos se ha vuelto un proceso cada vez más centralizado en un paquete de software.

Junto a la «revolución» digital en los procesos de edición también vino otra «apertura» en la información: el libro dejaría ser sinónimo de impreso. El sueño de un libro sin páginas se fue concretando en un archivo digital. Del papel al byte, los libros electrónicos surgieron como una alternativa.

El recelo ante otros soportes distintos al impreso aún sigue siendo una actitud muy común entre los editores. De nuevo la discusión se centra en la calidad del soporte: todavía en la actualidad el libro electrónico carece de los estándares de calidad según el parámetro del impreso.

En lugar de apoyar al mejoramiento de los formatos digitales el grueso del mundo editorial ha decidido apostar por la cautela y la espera de que agentes externos al sector mejoren la calidad editorial del ebook.

Varios editores han decidido abrir la puerta al libro electrónico, en muchos casos más como una cuestión de «adaptación a los tiempos» que un sincero anhelo por diversificar los soportes de una obra. La discusión se traslada a una cuestión de costos: producir más formatos implica una inversión proporcional de tiempo y recursos según la cantidad de formatos «adicionales».

Libro digital con libros impresosPara lidiar con la necesidad de múltiples formatos se emplea una metodología que consiste en terminar la publicación del impreso para después pasar a la elaboración de otros formatos. Esto provoca un aumento en el tiempo de publicación, según la cantidad de soportes, y también la idea de que los procesos de producción de un libro electrónico son de distinta naturaleza a la producción de un impreso. Asimismo, se ignora que en esta sucesión se heredan tanto contenidos como erratas y elementos innecesarios para el resto de los formatos.

La progresión unilateral y su posibilidad de regresión —característica de la edición tradicional— mutan en una serie de ciclos que brincan de un formato a otro. La metodología cíclica es la pretensión de mantener un desarrollo unilateral cuando el objetivo es la consecución de diversos soportes. Es decir, en la edición tradicional se iba paso a paso hasta llegar al impreso; ahora se continúa con esa idea pero implica dar más pasos para tener más archivos.

El cambio de método queda invisibilizado al entenderse cada nuevo ciclo de producción como procesos adicionales a la publicación del impreso, que comúnmente se considera el soporte «nuclear» del resto de los formatos.

Que los editores piensen que los procesos necesarios para la publicación en otras versiones distintas a la impresa no son ni complementarios ni distintos es, y siempre ha sido, el meollo en la discusión sobre el supuesto antagonismo entre las publicaciones impresas y las electrónicas.

Más que una cuestión de calidad o de costos el escepticismo del mundo editorial gira en torno al carácter mítico de la inmutabilidad metodológica y a que existe la necesidad de una adopción consciente de un método que no sea unilateral.

Me explico: la supuesta confrontación entre las versiones impresas y las digitales, y el escepticismo ante los formatos digitales, no es porque estos sean de menor calidad o porque el costo de producción no justifique su «inversión», sino a la idea o mito de que la producción de un libro discurre en un solo camino, una sola línea, paso a paso, y la obstinación de no cambiar de método.

La discusión y la confrontación es esencialmente metodológica, no de técnica (porque las técnicas han variado a través de los siglos), no de formatos (que no están reñidos entre sí porque hay lectores con distintas preferencias), no de calidad (que se mejora con el tiempo, como la edición digital para PDF de impresión) y tampoco de costos (ya que con una metodología correcta el costo sería mínimo).

Mientras se continúe pensando que los ciclos son soluciones ad hoc, en lugar de concebirse como un método, la mayoría de los editores solo entenderán la «revolución» digital como una «revolución» en formatos y técnicas, y no como algo más profundo: un cambio y «apertura» en la forma de «publicar» cultura.

Por estos motivos, aunque al parecer exista una continuidad, la edición cíclica es metodológicamente distinta a la edición tradicional. La edición cíclica aborda el desafío traído por el multiformato como una presunta continuidad metodológica de la edición tradicional, pero añadiendo ciertos «módulos» para la producción de otros formatos.

La edición cíclica se concentra en producir varios soportes al mismo tiempo que quiere conservar la idea que la publicación de un libro es un solo camino a seguir. Esta concepción metodológica está tan arraigada que el «software milagro» da tranquilidad al concebir la conversión entre formatos como la solución final. Solo cuando se percibe la pérdida en la calidad editorial y técnica se hace patente que la edición cíclica no es el método más óptimo para la producción multiformato…

Edición cíclica y edición ramificada

Continúa en:

Edición cíclica y edición ramificada: del surgimiento al tronco y las ramas (2/3).

Edición cíclica y edición ramificada: un vuelo seguro y constante (3/3).


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