En una conversación tuitera con la incipiente editorial Selento Books, hablamos de los forros de los libros en Japón.

La charla se inició con un tuit donde la editorial preguntaba a los mecenas de su primer libro si lo quieren con solapas o con sobrecubierta, como los cómics japoneses.

Y así fue cómo apareció el tema del forro para los libros en el país del sol naciente; una pieza que allí no solo se usa en los mangas sino en todo tipo de libros. Tampoco con una sola función ni únicamente sobre la cubierta.

Con forro me refiero al trozo de papel o de nailon con el que se recubre un libro. No hablo de forros como sinónimo de cubiertas, como se emplea el término en México.

Entonces, para adentrarme en las particularidades de estos forros de libros y su cometido, antes necesito hacer algunas distinciones terminológicas.

Las cubiertas de los libros solo tenían una función práctica

La cubierta —o cubiertas, como se denomina a todo el exterior del libro— se la llamó así porque surgió, justamente, para cubrir el contenido de un libro (la tripa).

No existían las cubiertas como las conocemos ahora. De ahí su nombre y diferencia con la portada de un libro, la primera plana de la tripa de los libros impresos.

Durante mucho tiempo, las cubiertas solo tuvieron una función práctica: resguardar el libro que cubrían. Lo mismo sucedió con las guardas, las hojas que unen la cubierta y la tripa de un libro.

Por este mismo uso, en México se llama forro y en Argentina tapa a este recubrimiento exterior del libro.

Porque la cubierta, el forro o la tapa surgieron por la necesidad de cubrir, forrar o tapar el manojo de pliegos que por entonces constituían el interior de un libro.

Aunque hoy la cubierta de un libro sea su elemento de marketing más potente, su razón de ser fue protectora; las cubiertas aparecieron para conservar el interior del libro impreso.

Las “guardaespaldas” de las cubiertas

Por otro lado, nos encontramos con las sobrecubiertas de los libros. Al igual que las fajas, estas no son —estrictamente hablando—, una parte del libro, ya que no están pegadas a él.

Sin embargo, las sobrecubiertas no son un elemento tan accesorio al objeto libro como lo es una faja.

Otros nombres que recibe la sobrecubierta dan idea de cuál es su fin en un libro. Según José Martínez de Sousa, también se las conoce como capa, camisa, guardapolvo, funda y chaleco; (Manual de edición y autoedición, Ediciones Pirámide, 2005).

Es decir, el cometido de esta pieza que recubre todo el libro es preservar las cubiertas. En nuestros países, se emplean, sobre todo, en libros de tapa dura o cubiertas forradas en tela o cuero.

El resguardo total de un libro

El forro al que aludo específicamente en este artículo, por su parte, tapa toda la publicación, sobrecubierta incluida. El forro vendría a ser una tercera capa de protección para el libro.

Según el Diccionario de la Lengua Española, la segunda acepción de forro es:

2. m. Cubierta, generalmente de papel, que se pone a un libro o a un cuaderno para protegerlos.

En Argentina siempre llamamos forro a este recubrimiento y el material era de lo más diverso. Podía ser un papel especial que comprábamos en la librería o nailon transparente; incluso llegué a forrar algún libro con hojas de revista.

¿Por qué forrábamos todos libros?

Básicamente, porque los libros nos tenían que durar, y durar muchos años. Recuerdo que en el colegio nos daban guías de estudios y debíamos investigar en diferentes libros para completarla.

Hasta los 18 años viví en un pueblito del interior de Argentina y el acceso a los libros era limitado. Más que nada, los encontrábamos en la biblioteca de la escuela y en nuestros hogares. En casa teníamos los libros que nos compraban o aquellos que habían usado nuestros padres.

Un libro nuevo debía servir y mantenerse lo más entero posible ese año y los siguientes. Un año lo aprovechaba un niño y, al siguiente, otro u otros, y así al tercer año. Reutilizábamos los libros de textos, una y otra vez.

Los famosos manuales que guiaban el estudio de cada grado eran caros y las familias se rotaban para adquirirlos. Un año compraba el manual una familia y al siguiente lo hacía el vecino, y así con cualquier otro libro.

A veces nos juntábamos en la casa de algún compañero para hacer las actividades y los libros eran arrastrados por la mesa de un lado a otro. Día sí y día también, o durante los fines de semana, los libros iban de casa en casa.

Por eso, cuando alguien adquiría cualquier libro lo primero que hacíamos era forrarlo, porque iría de mano en mano. Y porque había que protegerlos para que durasen el mayor tiempo posible.

Para el despistado, aclaro que Internet no existía y ni sabíamos qué era una computadora u ordenador. De todo esto ¡hace treinta y tantos años!

¿Por qué ya no usamos forros en los libros?

Ahora ya no tenemos esa necesidad de forrar los libros para que perduren y no se estropeen.

Creo, por un lado, por la injerencia del capitalismo en nuestra sociedad, que impulsa a comprar y no a reutilizar.

Por otro, por los mecanismos propios de la industria editorial de los libros de textos y las escuelas, que obligan a comprar nuevos ejemplares todos los años.

Y, un tercero, porque el acceso a los libros es más amplio que hace treinta años. Con Internet y la digitalización el acceso a distintos contenidos se ha incrementado. (Soy consciente de que hay muchas regiones, sobre todo en Latinoamérica, que no cuentan con este acceso).

Esta entrada no está destinada a desarrollar estos puntos a fondo; por eso, solo se mencionan como ilustrativos del desuso de los forros de los libros. Con seguridad hay más motivos y te invito a que los menciones en los comentarios.

Lo cierto es que en la mayoría de los países americanos y europeos los libros ya no se forran. En los pocos países que conozco de Europa y América Latina no he visto gente leyendo libros forrados en el transporte público.

Sin embargo, en Tokio fue exactamente al revés: todos los libros llevan forros o fundas.

Manga mostrando cubierta, sobrecubierta y forro

Ejemplar número 9 de la serie de manga The Promised Neverland, en el que se aprecia la cubierta (en escala de grises y dorado); la sobrecubierta a todo color y el forro en papel marrón impreso.

¿Por qué los japoneses forran todos los libros?

Sí, en Tokio hay muchas personas usando sus móviles, pero también es corriente encontrar gente leyendo libros en el metro.

Esos libros que la gente lee en el transporte público están forrados o cubiertos con fundas; estas pueden estas confeccionadas con algún papel especial, con tela o cuero.

Una de las características de los libros nipones es que casi todos tienen sobrecubierta, incluso los de tapa blanda.

Lo más corriente es que los libros tengan una sobrecubierta envolviendo la cubierta de cartulina. No importa lo pequeños o cortos que sean, igual llevan camisa sobre la tapa blanda; y esta tapa puede tener o no solapas.

Los forros de los libros en Japón pueden suplantar a las bolsas en las librerías; cuando compras un libro lo forran y puedes prescindir de la bolsa de nailon, aunque la den por defecto.

Una teoría sobre por qué los japoneses forran los libros se remonta a una costumbre del período Taisho (1912-1926). Durante esta época, las librerías tendían a envolver los libros con papeles de diseños únicos.

Desde entonces, hay quien sostiene que la costumbre perduró y por eso se siguen forrando los libros, aunque el diseño de los papeles no sea exclusivo.

(Cualquier souvenir que se compre en Japón lo envuelve con papeles vistosos o bien los entregan en sobres hechos con cuidado y esmero; y con una preciosura).

La lectura es un acto privado en el sentido más rotundo de la expresión

Según lo que averigüé, en realidad, los forros de los libros están relacionado con la privacidad y no con su cuidado. En definitiva, ahí los libros se forran para que los demás no sepan qué se está leyendo.

Y esto se hace en un doble sentido: tanto para no ofender al que observa como para no delatarse.

Los japoneses son muy respetuosos y no quieren zaherir los sentimientos ni pensamientos de quien los observa mientras leen.

Puede resultar difícil para un occidental entender este aspecto de la cultura nipona, pero es así. Piden disculpas constantemente, incluso cuando no hace falta o no han cometido fallo alguno. (Para que te hagas una idea: tú los pisas y ellos piden perdón por tener el pie debajo del tuyo 😆 ).

Por otro lado, son celosos de su privacidad y, consecuentemente, son muy respetuosos de la privacidad ajena. No les interesa mostrar lo que están leyendo, pero tampoco saber lo que tú lees.

En este sentido, la lectura es un acto privado, diferente a como nosotros solemos hacer. Confesemos: más de una vez hemos ido con un libro en la mano para mostrarlo; para que se vea qué estamos leyendo.

Esta teoría se sostiene en que algunas librerías dan bolsas oscuras; así lo vi en algún rincón de Jimbocho, el barrio tokiota conocido por las librerías de segunda mano. Y lo comprobé con dos ejemplares de manga que adquirí en Asakusa y que me los entregaron en una bolsa negra.

Todo esto me lleva a suponer que también lo hacen para ocultar el consumo de revistas y libros eróticos o pornográficos; la variedad y cantidad de este tipo de literatura es abrumadora en más de un aspecto.

Así y todo, también vi libros forrados con nailon transparente o libros plastificados. Compré uno usado, sobre origami, y tiene un forro con esta particularidad.

Algunas características de los forros de los libros en Japón

En Japón el tamaño de los libros está muy estandarizado y con pocos tamaños se publican millones de libros.

La gran mayoría de los cómics japoneses son libros de bolsillo, pequeños para lo que estamos acostumbrados aquí.

Milímetro más milímetro menos, son muy populares los mangas de 100 × 150 mm (tamaño postal japonesa) y los libros de 120 × 180 mm. Esto ayuda a que un mismo trozo de papel sirva para forrar varios tamaños de libros.

Así, podemos encontrar que algunos forros vienen marcados para que el librero sepa dónde doblar según el tamaño de la copia. Gracias a estas marcas, una misma pieza se adapta a la mayoría de los libros de consumo.

Marcas en los forros de los libros

Estos libros resultan prácticos para transportar, ya que caben en cualquier bolso y hasta en algún bolsillo de la vestimenta. Además, son muy ligeros, pesan poco debido al tipo de papel y gramaje que emplean en la impresión.

Algunas librerías aprovechan los forros para hacer publicidad, ya que estos llevan impresos el nombre del negocio.

Los japoneses también cuidan y resguardan obras antiguas con cajas de maderas o de cartón forradas en tela.

The Isseido Booksellers, en Jimbocho, Tokio.

Y tú, ¿forras los libros? ¿Empleas papeles especiales o algún material transparente? ¿Y con qué fin lo haces?

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