En entradas anteriores he hablado sobre los dolores de cabeza frecuentes para un editor o un cliente de ebooks. Pero ¿qué podemos decir respecto a un lector de ebooks, de libros electrónicos?

Distintos fabricantes de ereaders o distribuidores de ebooks nos prometen maravillas sobre esta otra manera de leer. Sin embargo, la experiencia tiende a ser accidentada para quienes crecieron leyendo en papel.

1. El libro electrónico es feo

No hay pretextos: el ebook es feo. En algunos casos el diseño es tan garrafal que se opta por no leerlo. ¿Quién o qué es el culpable?

Si piensas que es una limitación del formato, lamento decirte que no es así. Al menos no para el estándar de los libros electrónicos: el EPUB. Tampoco es, de manera general, culpa de la editorial.

El ebook es feo porque no es un formato prioritario. En México los libros electrónicos aún no llegan al 5 % de la venta de libros. Con probabilidad en España el porcentaje sea mayor, pero no lo suficiente para ser una prioridad entre los editores.

En ferias y charlas escucharás decir que el futuro del libro son los «contenidos» digitales, como los ebooks y los audiolibros. Pero, por desgracia, el grueso del sector aún está aprendiendo lo que esto implica más allá de los soportes finales.

Desde hace años y durante varios más, como industria, seguiremos en transición, porque los elementos mínimos para desarrollar publicaciones digitales con alta calidad requieren volver a aprender muchas cosas. Entre ellas, que la edición se hizo código y ya no solo es un sector anclado en las artes gráficas.

Mientras tanto, como lector puedes escribir a las editoriales para convencerlos de que un ebook bien diseñado es uno con mejores posibilidades de venta.

2. El cuidado editorial brilla por su ausencia

¿Cuántos ebooks has leído con demasiadas erratas o «errores» en la maquetación? Quizá más de lo que se encuentra en publicaciones impresas.

Los «errores» de la maquetación —como viudas, huérfanas, ríos o callejones— tienen su origen en que el ebook simplemente no recibe tal proceso; no como lo concebimos para el libro impreso.

Lo que ves al abrir un libro electrónico es una renderización que se hace al instante y a partir de las pautas que se señalaron en una hoja de estilos; más las características del dispositivo donde lo lees y tus preferencias guardadas.

Por ejemplo, como editores no colocamos un salto de página y luego ponemos un encabezado de 16 pt centrado, con márgenes arriba y abajo para indicarte que este es el título de una sección.

En su lugar, el contenido se marca para señalar que es un encabezado. Con una hoja de estilo indicamos que cada vez que el dispositivo vaya a renderizar un encabezado, lo haga con pautas de diseño como esta:

h1 {
font-size: 1.33em;
  text-align: center;
margin: 3em auto;
}

No hay necesidad de entender el código porque solo es para evidenciar que carecemos de elementos visuales para la «formación» o maquetación de un ebook. ¿Y el salto de página? Lo obtenemos al trabajar cada sección de la obra como un documento distinto.

A esto suma que habrá renderizadores que quizá tengan especificaciones muy puntuales y que no podemos cambiar. Ejemplos claros son el manejo de las imágenes; según el tamaño del dispositivo y las características de su pantalla, en algunos casos las imágenes se verán mejor o peor a lo que veríamos en una pantalla de computadora.

Entonces, no contamos con una maquetación, sino con pautas de diseño que el dispositivo mostrará sin que nosotros podamos interferir.

Escribir en código HTML

Ahora bien, ¿por qué parece que existen más erratas en el ebook que en el libro impreso? No es tanto por quien lo edita o lo desarrolla —hasta la Ortografía de la RAE muestra este problema—, sino la manera en cómo se produce el ebook.

Los métodos más comunes para obtener un libro electrónico son la conversión o el desarrollo. Con la conversión de manera automatizada se pasa de un formato hecho para un libro impreso a uno digital. Y ya puedes anticipar los horrores que esto acarrea.

En el desarrollo, como la mayoría de los editores emplean un proceso cíclico de edición en lugar de uno ramificado, tenemos un proceso muy accidentado que se evidencia con una pérdida de calidad editorial.

Como lector eres el principal afectado de estos errores metodológicos y, por lo general, los editores solo se dan cuenta de estas fallas después de varias quejas por parte de sus lectores.

Por este motivo, es muy relevante que como lector de ebooks exijas una mejor calidad en tus libros. Solo así harás que las editoriales repiensen sus procesos de producción.

3. El ebook lo compro, pero no es mío

En un evento sobre edición alguien muy famosa dijo que en la actualidad ya no hay «propiedad» debido a que todo se gestiona mediante servicios, y que la edición debería seguir el mismo camino. Eso es mentira.

La propiedad sigue existiendo, la diferencia es que ahora los propietarios son cada vez menos y los arrendatarios cada vez más. En los ecosistemas de uso y desarrollo de software ya es evidente. Se pasó de tener hard copies de los programas que comprábamos a pagar por suscripciones mensuales o anuales para el acceso a un servicio en la nube o el uso de un programa.

Y si bien los ebooks no son software, sí han sido constreñidos a las mismas dinámicas de acceso a la información. El caso más actual fue la decisión de Microsoft de cerrar su tienda de libros electrónicos.

Todos los usuarios que tenían ebooks en esa plataforma no los tendrán más: serán borrados de sus dispositivos. Aunque Microsoft devolverá el dinero gastado como compensación. El problema es que como lector esto hace patente que las bibliotecas digitales son una ilusión.

¿Existen realmente las bibliotecas digitales?

Solo si «tu» biblioteca es en realidad una cuenta en una plataforma como Amazon, Google o Apple.

¿Qué pasa si pierdes los accesos a tu cuenta? ¿Y si te la suspenden? ¿Qué harías si un día alguno de ellos hace lo mismo que Microsoft?

Como lectores no queremos que nos devuelvan el dinero: queremos los libros que adquirimos porque (se supone que) son nuestros, ¿no?

Hace unos años la industria editorial fue en contra del derecho «cero» del lector: el derecho de tener un libro. El escritor francés Daniel Pennac no habló de este derecho porque cuando escribió su ensayo Como una novela supuso que el lector tenía libros por medio de los impuestos que paga que, a su vez va a las bibliotecas públicas, o por compra directa. En la publicación de bits se hizo posible ser lectores sin libros, consumidores sin bienes: clientes de plataformas.

El DRM fue esa tecnología que vino a hacer patente la pérdida de ese derecho. Por fortuna, la industria editorial se ha percatado de su inutilidad y cada vez menos los editores deciden poner candados digitales a sus libros.

Pero aún es necesario que, como lector, hagas explícito que no son sus libros, sino que gracias a una transacción económica son tuyos. Tienes el derecho a tener una copia privada de tus libros. Algo que el DRM impide.

Sin embargo, los libros que compras te pertenecen. Interpela a las editoriales para estas terminen con ese dolor de cabeza: todos pueden beneficiarse de ello.

¿Biblioteca digital?

4. Muchos clics para lo que se podría coger con la mano

También para mí es un suplicio tener que mandar ebooks a los dispositivos que leo. Más si ya está empezado y tengo que actualizar el lugar donde finalicé la lectura. Tan sencillo que es tomar un libro, leerlo, ponerle un separador, dejarlo y luego retomarlo.

Pero, de nuevo, no es un problema del libro electrónico o de quienes lo desarrollan y editan. El detalle reside en la dependencia tecnológica que implica ser un lector de ebooks.

No nos gusta admitirlo, pero es cierto: ese ereader, ese teléfono, esa tableta o esa computadora tendrán menos vida útil que un libro impreso bien cuidado. Cada tantos años tendremos que adquirir un nuevo dispositivo y, por supuesto, existirá la necesidad de respaldar y restaurar la información, como nuestros libros.

Todo sería mucho más sencillo si existieran estándares que garanticen los menos accidentes posibles. ¡Oh, espera! Sí los hay.

En las publicaciones digitales existen estándares que garantizan una gran interoperabilidad. Esto permite que entre formatos, usuarios y dispositivos podamos acceder a la información sin tantos clics.

El problema es que quienes fabrican los ereaders, desarrollan los programas para leer ebooks o venden los libros no les agrada seguirlos. El papel obliga a muchos a seguir estándares porque es más barata la impresión siguiendo estas reglas de juego. Sin embargo, en un contexto digital fue muy popular que cada gigante tecnológico establezca sus propias reglas.

La lucha por la información

Con +IBM, Microsoft, Apple, Google y demás empresas de Silicon Valley se ha hecho predominante un modelo de negocios cuyo principal medio de riqueza es que el usuario tiene que estar adaptándose a cada servicio.

Es como cuando compras un boleto de avión muy barato y terminas pagando lo mismo o más por el equipaje y otros servicios extra que te parecen innecesarios, pero que igual adquieres para mayor tranquilidad o por necesidad.

Cada clic extra que a ti te toma un par de segundos, es una oportunidad más de conocer más sobre ti y sobre cómo usas sus plataformas. Lo que para nosotros es una molestia, para ellos es la creación de perfiles más complejos de usuarios o la generación de la idea de que así es como funciona la tecnología, porque les permite obtener mayores beneficios económicos.

Se trata de que te conozcan mejor para ofrecerte otros productos o servicios; o sea, que a fuerza de costumbre te vuelvas su cliente. Como lector de ebooks podrías tener al menos la misma libertad que tienes al leer en papel, pero por alguna «extraña» razón no es así.

5. No eres tú, no es el ebook, es el modelo de negocio

Al final, los dolores de cabeza como lectores de libros electrónicos no son tan «insólitos». El modelo predominante de negocio de la venta de publicaciones reside en generar molestias.

Como editores y desarrolladores de libros podríamos ofrecerte un mejor material de lectura. El problema es que los tiempos y los presupuestos no son posibles dentro de un ecosistema donde se da prioridad a la cantidad en lugar de la calidad.

También podríamos hacer más accesible la gestión de los ebooks, el detalle es que en los puntos de venta con más visitas nos imponen restricciones.

Tanto a ti, lector, como quienes te ofrecemos lo que decides leer nos convendría que ninguna persona tuviera dolores de cabeza. Pero eso exige una infraestructura que no es muy afín a las restricciones cuyos accesos generan riqueza.

Como editor puedo comprometerme a ofrecer un servicio lo menos tortuoso o una obra lo mejor presentable para su lectura.

No obstante, como lector es conveniente que, poco a poco, exijas que los fabricantes o distribuidores respeten estándares y apoyen la interoperabilidad, los cuales fomentan tu derecho a tener un libro. Así, tendremos la posibilidad de dar una cura a estos malestares.

Lector de ebooks


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