Leyendo Independientes, ¿de qué? (FCE, 2016) me di cuenta que no había escrito ni una sola entrada específica sobre colecciones de libros. Y eso que es un concepto corriente en la industria editorial.
Este es uno de los últimos títulos publicados en la colección Libros sobre libros. Sus autores son Hernán López Winne y Víctor Malumián, de la editorial argentina Ediciones Godot.
Para este libro se entrevistaron editores de América Latina y se pronuncian sobre diversos temas. Uno es el de las colecciones y, por ello, me dispuse a buscar más información sobre estas en otros libros.
En esta obra se afirma que “para una nueva generación de editoriales (…) la idea de colección está siendo severamente cuestionada”.
Se hace hincapié en la preocupación que estas editoriales comparten por entender la mirada del lector antes que la del sector editorial. Y, así emerge la idea de que las colecciones de libros “no tienen mucho sentido de cara al lector”.
Entonces, una hipótesis es que al lector no le interesan las colecciones; que, más bien, es un tema de editores y de organización editorial.
¿Es esto así?
Los dos tipos de lectores
López Winne y Malumián señalan que entre los editores entrevistados diferencian claramente dos tipos de lectores.
Por un lado, el público fiel de la editorial —que denominan lector-meta—. Y, por el otro, el lector más desenfadado que elije sus libros por azar —llamémosle lector azaroso—.
El primero es un núcleo pequeño, conformado por el público objetivo de una editorial. Es un tipo de lector pendiente de lo que publican sus editoriales favoritas y que reconoce las características identitarias de estos libros.
El lector azaroso se encuentra en un anillo más amplio y externo al núcleo fiel; elije los libros de forma aleatoria, por gustos específicos, “sin contemplar qué editorial los publica”. Y se remata afirmando que “para este segmento las colecciones son invisibles”.
Coincido en esta perspectiva. El lector adepto muy probablemente conozca la editorial que publica títulos que le gusta leer. ¿Sabe si esos libros pertenecen a alguna colección específica? Probablemente sí.
Sin embargo, el lector ocasional, o quien compra libros de manera fortuita, no. Si no percibe la editorial que lo publica menos sabrá si el libro pertenece a una colección.
La mayoría de este tipo de lectores llegan a un libro porque alguien se los recomienda; o bien por quién es su autor o por la temática. También por impulso, debido a la saturación de publicidad del título en el entorno.
Entonces, ¿interesan las colecciones de libros a los lectores?
Seguramente a la mayoría de los lectores de narrativa, ficción y no ficción especializada no.
¿Hace falta identificar un libro por la colección a la pertenece? En absoluto. Y, por eso, la hipótesis de que las colecciones de libros tienen más sentido para el editor que para el lector se sostiene sobradamente.
Thomas Woll, en Editar para ganar (FCE, 2004), afirma: “Si entra en una librería y revisa los estantes, la mayoría de los libros destacan por sus títulos específicos, no por formar parte de una colección”.
Y sentencia, saltándose ya el concepto de colección: “Por lo general, el sello editorial no significa nada para el público”.
El editor Alejandro Katz, en una entrevista realizada por Patricio Zunini y publicada en la revista Texturas n.º 29 (2016) señala que “el público difícilmente sigue una colección, sino que selecciona una obra”.
Por su parte, Pep Carrió, diseñador editorial y responsable gráfico de varios sellos editoriales, señala en este artículo de El Confidencial que el planteamiento de colección ha quedado relegado al impacto de la cubierta.
Qué define a una colección de libros
Una colección de libros es un conjunto de títulos publicados por una editorial con alguna o varias características comunes. Estas características pueden ser:
- Un público específico; por ejemplo, títulos para mayores con problemas visuales.
- El género de las obras de ficción; por ejemplo, novelas románticas futuristas.
- Una temática específica en las obras de no ficción como, por ejemplo, economía doméstica.
- El autor; principalmente, si es reconocido, al mejor estilo Obras completas.
Además, los ejemplares de una colección mantienen una presentación uniforme de tamaño, diseño, maquetación y tipografía; todo con el fin de reforzar la idea de conjunto.
Por supuesto, de un título a otro hay elementos que varían. Sin embargo, la mayoría de los libros de una colección deben mantener componentes comunes que los identifique y diferencie de otras colecciones.
Es lo que Thomas Woll señala como marca. Manifiesta que los productos editoriales se diferencian de otros productos de consumo por no ser reconocibles por su marca. Pero alude dos excepciones: los libros de viajes y los infantiles.
Como puede apreciarse, varias de las características mencionadas también se aplican a una editorial de nicho. O a sellos editoriales con un perfil claramente definido dentro de un grupo editor.
Las colecciones desde la perspectiva de los editores
Al parecer, para algunas editoriales es evidente la poca utilidad de las colecciones de cara al lector.
Hacia adentro de las editoriales, las colecciones pueden ayudar en la organización interna.
Una colección puede funcionar de forma autónoma en una editorial y tener su propio editor responsable, su director de colección.
También puede contar son asesores de colección; sobre todo, aquellas compilaciones que son muy especializadas y están dirigidas a un público concreto.
Ambos perfiles suelen cubrirse con profesionales externos a la casa editorial, contratados ex profeso para estas labores.
Por esto, la conceptualización y la producción de colecciones también se prestan a ser realizadas por encargo.
Gill Davies, en Gestión de proyectos editoriales (FCE, 2006), sostiene que “una colección es una forma rápida de generar mucho títulos”.
En mi opinión, esto se cumple si se trabajan las colecciones en paralelo al resto de publicaciones programadas.
El autor señala que para una empresa editora puede significar un indicador de compromiso con un tema determinado.
Y, además, advierte que las colecciones de libros permiten ganar posiciones rápidamente en un campo en particular.
Por su parte, Thomas Woll cita a un editor y dice: “Una colección está destinada a cubrir un nicho de mercado en el que somos reconocidos por la calidad de nuestras publicaciones”.
En este sentido, como avala Independiente, ¿de qué?, “pareciera que la editorial absorbe el rol de la colección”. En definitiva, que “la editorial es una gran colección”.
Los coleccionables y otras colecciones
En este artículo me refiero a las colecciones que publican las editoriales, y no deberían confundirse con los coleccionables.
Estos se conciben para que el público compre todos los libros de la colección. Y, por lo general, los títulos que se publican tienen como eje una única temática.
La frecuencia de publicación es periódica, durante un lapso de tiempo determinado, y estricta; ya que la editorial pretende imprimir un ritmo de compra constante del lector.
Tanto es así que las editoriales hacen un gran esfuerzo por ganar suscriptores para los coleccionables; lo que significa un compromiso económico a largo plazo para el lector.
Este tipo de publicaciones se suelen distribuir y venden en el canal quiosco, junto a revistas y periódicos; raramente en una librería, a menos que no esté disponible este canal por la zona.
Finalmente, además de los coleccionables, hay dos tipos más de colecciones (al menos que identifique y reconozca ahora mismo).
Una son las colecciones de libros antiguos, que tienen una cualidad temporal (la antigüedad) y no una temática común; esto es coleccionismo de libros.
Y, además, están aquellas que conforman la colección particular de un lector, que es la biblioteca propia de una persona.
Esta colección tiene como característica común el gusto literario o el interés profesional de su dueño.
Las colecciones de libros infantiles frente a las de los adultos
Una distinción que creo es relevante señalar es la referente a las colecciones de libros para niños frente a las colecciones destinadas a adultos.
Se debe, más que nada, a que en la niñez y también en la adolescencia vamos adquiriendo conocimientos, competencias y habilidades de manera escalonada, gradual. En tanto, en la edad adulta la base de todos ellos ya está afianzada.
Las colecciones infantiles, incluso las juveniles, organizadas bajo determinadas variables sí funcionan y son útiles; sobre todo para el comprador —no para el lector— de los libros.
Para entendernos: un niño de 8 años no tiene las habilidades suficientes para leer una novela juvenil; sin embargo, una novela policial puede leerla un persona de 20 y una de 60 años.
Por temática
Por un lado, las editoriales infantiles pueden organizar en colección los títulos que publican y que abordan un mismo tema.
Cuando los niños se interesan por un determinado tema parece que solo les importa esa cuestión y nada más; hasta que cambian de gusto o edad y comienzan a interesarse por otro y se olvidan del primero.
Por ejemplo, si les gusta el espacio solo quieren libros que hablen de las estrellas y sobre descubrir nuevos mundos.
Por rango de edad
Para cualquier adulto mayor las colecciones que tienen como eje común un rango de edad infantil son especialmente útiles.
Los padres saben en qué punto de madurez se encuentran sus hijos, no así los demás. Quienes queremos regalar libros los títulos que se agrupan por rango de edades nos salvan las castañas.
Por ejemplo, la legendaria colección Barco de Vapor, que nació para niños de seis a doce años hace más de cuarenta años.
En la actualidad, esta colección está subdivida en cuatro series identificadas con colores y por edad: Blanca (+6), Azul (+7), Naranja (+8) y Roja (+10).
O las colecciones de El Naranjo: Sirenas, para los más pequeños; Asómate a… y Los clásicos del naranjo, para lectores que empiezan, y Mar de cuentos y Ecos de tinta, para niños lectores.
Por un personaje
Por la misma razón que la temática, la agrupación de títulos en torno a un personaje es efectiva.
Cuando los pequeños se encariñan con un personaje lo quieren todo de él, merchandising incluido.
Geronimo Stilton es un excelente ejemplo de colección de libros por personajes; también el Capitán Calzoncillos.
Por autor
Para que los títulos de un autor sean agrupados bajo una colección, su nombre ha de ser lo suficientemente reconocido
Por ejemplo, la colección AlfaWalsh de Alfaguara en honor a la escritora argentina María Elena Walsh. O la colección Marta Altés, a su vez dentro de la colección Blackie Little, de Blackie Books.
Por una características particular
Un ejemplo de particularidad sería una colección de los libros basada en sistemas educativos como, por ejemplo, la colección Montessori de Vicens Vives.
Las colecciones de libros educativos
La misma lógica de la edad aplica para el ámbito de la educación y su producción editorial.
Los títulos segmentados en colecciones se evidencian claramente en la edición universitaria, independientemente de la asignatura de estudio.
Como la universidad es un ámbito educativo especializado la función de las colecciones está justificada. Y es más probable que los lectores/consumidores de estos títulos encuentren ayuda al estar agrupados en una colección.
Un ejemplo es la colección Documentos de Arqueología Medieval, dentro de la materia Historia, de la Universidad del País Vasco.
Al igual que las editoriales universitarias, las que publican colecciones de libros científicos-técnicos se encuentran dentro del ámbito de la formación y la investigación.
En resumen, parece evidente que las publicaciones para niños, adolescentes y jóvenes universitarios distribuidas en colecciones sí tienen más probabilidades de ser percibidas como tales por quienes las compran o las leen y consultan.
¿Cuál es tu opinión sobre este tema? ¿Crees que los lectores prestan atención a la colección a la que pertenece un libro?
Como lector ¿sabes si el último libro que has leído pertenece a una colección de títulos?, ¿reparas en este aspecto?
Excelente artículo. Soy Bibliotecóloga, así que mi opinión acerca de las colecciones puede que esté un poco sesgada por el ánimo «coleccionista y un tanto acumulador» que caracteriza a los de mi profesión. Creo que si bien el hecho de que un libro pertenezca o no a una colección o serie no es demasiado importante para el lector, si lo es para las editoriales, pues las colecciones, de algún modo, son el reflejo de lineas temáticas que a la editorial le interesa desarrollar, en función de determinados objetivos, que a la larga benefician al lector. Mientras escribo no dejo de pensar en los Breviarios del Fondo de Cultura Económica, aquellos libros de bolsillo sobre distintos temas que uno tanto consultó como estudiante. Por otro lado, las editoriales institucionales también suelen desarrollar colecciones destinadas a divulgar determinados temas. A fin de cuentas, no importa que el lector no tenga muy claro el objetivo de una serie o colección, lo importante es que la editorial o institución que hace funciones editoriales, enriquece y organiza su catálogo y su esfuerzo de mercadeo a través de estos hilos conductores que son las colecciones, con identidad gráfica propia y públicos meta determinados.
Las colecciones relacionadas a profesiones o áreas de estudio sí creo que tienen sentido, tanto para el lector como para el editor (espero que esto haya quedado claro en el artículo). Por eso las ediciones institucionales, las formativas y universitarias especializadas —he aquí la clave— considero que son convenientes. Las colecciones que no veo practicidad alguna es la ficción y en los libros de no ficción generalistas.
Y comparto lo que dicen Malumián y Winne en que las editoriales de nicho son en sí mismas una colección. Tal vez esto se deba a la concentración editorial: por un lado lo grande grupos que publican todo tipo de temáticas, distribuidas en diferentes sellos, y, por otro, las editoriales de nicho. ¿Podría ser?
Gracias por pasarte por aquí, leerme y comentar, Sixta.
Vaya Mariana, interesante clasificación. ¡Gracias por ponerte a ello! Te responderé sobre la base de mi experiencia individual. Opino igual que López Winne y Malumián. Sí me interesa la colección cuando la obra es buena, como el libro de Thomas Woll «Editar para ganar», empiezo a prestar atención a la colección. Desde que leí tres o cuatro de los títulos de la colección Libros sobre libros de FCE… ¡cuando tenga el dinero necesario compraré la colección completa! 🙂 Saludos desde Argentina y gracias de nuevo!
A esa colección me agarro aunque el hierro queme 😆 porque es única; de hecho, creo que es las pocas a las que le presto atención, porque es única y muy específica de nuestro sector.
¡Gracias por comentar y leerme!
¡Excelente nota, gracias, Mariana! La vamos a citar y enlazar desde el Círculo de Traductores de México (circulodetraductores.blogspot.mx), estamos seguros de que despertará gran interés entre los traductores que están gestionando proyectos editoriales, quienes de paso se interesarán en tu excelente blog. ¡Gracias por todo tu trabajo y saludos desde la Ciudad de México!
¡Gracias por difundir y el apoyo! Saludos desde el otro lado del charco. 😀
Interesante artículo.Yo sí le doy mucha importancia a las editoriales, soy muy joven y soy coleccionista por lo que me importan bastante a la hora de elegir
Interesante artículo. Me parece que los libros muy extensos, como suelen ser algunos en el área científica o técnica, podrían dividirse en varios temas que conformarías una serie. Lo que habría que considerar es que cuando los temas estén relacionados entre sí, debe tomarse en cuenta que elementos de la serie deben contener información que sea útil para la serie completa. Por ejemplo, puede suceder que los apéndices de algunos libros de la serie sean comunes. Asimismo, se debe prestar atención al índice alfabético de los distintos tomos, para indicar en cuáles tomo hay entradas comunes. Igualmente es importante señalar en cada tomo que se trata de una serie completa, donde el contenido está íntimamente relacionado y distribuido en toda la serie.
Hola! Muy interesante y completo el artículo.
Ahora tengo una duda, para mi proyecto de grado estoy realizando una serie de libros coleccionables y quería saber si existe algún número establecido de páginas para ser considerado un libro. Gracias!
Para la Unesco, Martínez de Sousa y otros un libro es aquel impreso editorial que tiene más de 49 páginas, un folleto entre 5 y 48 y hoja suelta entre 1 y 4. A efectos legales y prácticos no hay un número de páginas establecido para el producto se llame libro. También puedes recurrir a la expresión opúsculo, poco conocida al lado de libro.
Acabo de descubrir que soy un «lector azaroso» jaja. Sí, la verdad es que yo no me fijo mucho en el tema de las colecciones… Pero me ha gustado el artículo, muy interesante.
Me resultó muy interesante. Personalmente yo sí me agarro de las colecciones porque a veces uno no sabe por donde seguir su lectura.
Un ejemplo podría ser la colección «tiempo de clasicos» de la editorial siruela, que fue en donde conocí a varios autores y conocí también obras importantes de la literatura universal.
Otro ejemplo podría ser la colección de puestos de periódicos de Julio Verne, que me resultó una provechosa oportunidad para acercarme al autor y su obra.
Otra colección que sigo es la de valdemar gotica.
Repito que estas colecciones me ayudaron a darle continuidad y hasta orden a mis lecturas. Saludos a todos.
Gracias por pasarte por aquí y comentar, Aaron. Saludos.