A muchos autores les encanta que sus libros lleven capitulares, incluso cuando su no uso sería lo más aconsejable.

Es más, a algunos les gustan tanto que buscan tipografías extravagantes para sus libros; y lo hacen sin considerar ciertas cuestiones que deberían atenderse.

La capitular tiene su origen en los escritos medievales. Y, a pesar del paso de los siglos, ha perdurado hasta hoy y podemos encontrarla en diversas publicaciones.

Capitular proviene del latín capita, que significa “cabeza”, “capítulo” o “comienzo”. Por tanto, la etimología de este vocablo remite a su uso en el inicio de un texto.

En la actualidad, la función de la capitular es decorativa, aunque no lo era en los manuscritos antiguos.

En ellos, la página era un gran bloque de texto homogéneo, sin punto y aparte. La capitular servía para marcar el inicio de un texto principal o importante, mientras que el calderón lo hacía con los párrafos corrientes.

Algunas veces el uso destacado de la mayúscula inicial en los capítulos da más quebraderos de cabeza que su omisión.

Por eso, creo interesante preguntarse cuándo usar capitulares, para qué y qué hacer cuando se presenten dificultades para emplearlas.

  • ¿En qué momento o bajo qué circunstancia podría ser “problemática” una capitular?
  • ¿Qué hacer cuando el primer carácter del párrafo es un signo y no una letra?
  • ¿Y qué cuando la letra es descendente o su forma se superpone a otros caracteres?
  • ¿Es conveniente usar la misma fuente o buscar otra para las capitulares?
  • ¿Las empleamos también en los ebooks?

No existen —o al menos yo no supe encontrar— respuestas unificadas a estas preguntas. Por tanto, aquí expongo mi visión y algunas posibles soluciones a probables dificultades en la edición de textos.

Características generales de las capitulares

Para no extenderme, a continuación, señalo algunas características propias de las capitulares presentes en diferentes escritos.

Siempre son más grandes que el resto de los caracteres del párrafo al que pertenecen; caso contrario, no destacarían y no encabezarían adecuadamente un bloque de texto.

Se trata de “una gran mayúscula inicial”, como la denomina Robert Bringhurst en Los elementos del estilo tipográfico.

Respecto a su ubicación y extensión, en los textos antiguos la capitular solía abarcar varios renglones. Sin embargo, en la actualidad se le destinan entre dos y cuatro líneas de texto según el tipo de libro.

Capitulares en textos libros antiguos.

Incluso podía sobresalir sobre del margen izquierdo, como si el párrafo fuera de estilo francés; es decir, ocupar el espacio de una columna a la izquierda del texto principal.

En escritos medievales y romanos se pueden encontrar letras capitulares adornadas que abarcaban todo el alto de la caja tipográfica.

También pueden situarse de forma ascendente; es decir, sentar la letra sobre el primer renglón y hacer que sobresalga por encima del primer párrafo.

Es tradición anglosajona más que latina continuar una capitular con versalita. Las primeras palabras tras la letra capitular o la primera línea pueden escribirse en versalita o negrita.

Hay capitulares con filetes, de colores, dibujadas y sumamente ornamentadas; vamos, que hay letras capitulares para todos los gustos. También un dibujo, un icono o una fanfarria puede funcionar como capitular, tal como podemos ver en Demon of the Waters, de Gregory Gibson.

Cómo elegir capitulares adecuadas para un libro

Podríamos pensar que con emplear las herramientas de programas como InDesign o Word es suficiente para poner capitulares en los libros.

De hecho, la capitular puede ser de la misma tipografía que el resto del texto. Bastaría con emplear Insertar > Letra capital en Word o configurarlo en el estilo de párrafo correspondiente de Adobe InDesign. (Consulta este artículo de Rayitas Azules sobre cómo gestionar las capitulares en InDesign).

Sin embargo, debemos preguntarnos, primero, si es oportuno usarlas según el tipo de libro. Por ejemplo, ¿qué aportarían las capitulares en un libro donde ya hay diferentes jerarquías de textos?

Por ejemplo, ¿vale la pena usarlas en un libro sobre macroeconomía? ¿Y en uno sobre derecho laboral o deportes náuticos? ¿Acaso en uno de superación personal o de historia? Tal vez en estos dos últimos sí, pero raramente en los primeros.

Por tanto, antes que nada, hay que decidir su empleo o su omisión en un libro. Si se decide que sí, la inclusión debe tener un sentido, tiene que responder a «algo». Entonces, nos enfrentaremos a la siguiente disyuntiva.

No todas las tipografías son adecuadas para las capitulares; algunas debido a su categoría, otras por su forma y peso, y otras porque no encajan con el espíritu del texto.

Cuando una letra se transforma en capitular esta ocupa un espacio considerablemente grande y genera una mancha visual importante.

Estas características son propias de las capitulares, pero no deben llegar a ser grotescas; es decir, tienen que armonizar con el texto y con la composición general de la página.

Incluso si se usa una capitular enorme tiene que tener un sentido y debe encajar con el resto del contenido.

A continuación, listo una serie de circunstancias con las que podemos encontrarnos si decidimos usar letras capitulares en nuestros textos.

Ajuste de líneas

Por ejemplo, al momento de idear la retícula de un libro pensamos que cuatro líneas es la cantidad ideal para la altura de una capitular.

Sin embargo, cuando empezamos a componer el texto vemos que la letra inicial se ve exagerada; sea porque tiene mucho peso o porque es muy ancha.

Si debe buscarse la armonía entre la capitular y el resto del texto, una solución es limitar la capitular a tres o dos líneas, o bien cambiar de fuente.

Otra posible solución es elegir una fuente que tenga versión Thin, Light o Condensed y usar esta variante para la capitular.

A continuación, se muestran cuatro párrafos para ejemplificar lo dicho. Observa cómo un mismo texto con distinta fuente y mismo cuerpo arrojan resultados diferentes. Lo mismo pasa con las capitulares.

Comparativa en el uso de fuentes y cantidad de líneas para capitulares

1. El primer texto de la página izquierda está con la fuente Minion Pro Regular, a 13 pt y con capitular de cuatro líneas. El texto que le sigue es igual, pero con la capitular en variante Cond (condensed); por eso, la letra L se ve más delgada respecto a la de arriba. Incluso hace que el párrafo ocupe una línea menos.

2. El texto de la derecha está en Garamond Regular, también a 13 pt y con capitular de cuatro líneas. Los caracteres de esta fuente son más anchos y la L ocupa más espacio que una L en Minion Pro. El texto que le sigue es igual, pero con la capitular ocupando solo tres líneas.

Capitular en color

Atención si la mayúscula inicial de un texto va en color, porque por tener un color diferente al texto ya destacará en la página. Y resaltará más todavía si la letra tiene mucho peso.

En algunas revistas es usual utilizar este recurso para llamar la atención del lector; no así en libros de texto corrido, como novelas, o libros sencillos de no ficción.

Si el libro es de otro género, es una publicación compleja o se presta al juego tipográfico seguro que probar este recurso resultará interesante. Solo hay que cuidar que no estropee la composición de la página ni del libro.

Si se prescinde del color pueden usarse tonalidades de negro cuando el libro está compuesto en escala de grises.

Tipografía apropiada

No todas las tipografías “visten bien” a una capitular. Por ejemplo, elegir Cardinal como fuente para la capitular de un texto de ciencia ficción futurista no tiene sentido.

En un texto de este talante, o que remite a modernidad o desarrollo tecnológico, tendría más cabida Exo 2.

Lo mismo vale para una letra gótica en una novela sobre la vida contemporánea. Sin embargo, sí podría quedar bien en una novela medieval.

Y cuidado con la gótica que se elige, porque hay muchas y en algunas no se adivina qué letra es. (Ver siguiente imagen, más abajo [¿parece una L?]).

Por supuesto que se entiende por contexto, pero ¿vale la pena poner “algo” que el lector no percibe rápidamente?

Las formas de las mayúsculas

Hay fuentes con buena legibilidad para los textos, pero las mayúsculas aisladas pueden desentonar.

Cuando se diseña una familia tipográfica los caracteres se idean en relación con otros caracteres. La capitular rompe esta variable y, por tanto, puede quedar “descolgada” del texto.

Esta relación de distancia que se establece entre las letras permite que podamos leer sin problemas. Este principio de espaciado se aplica tanto a letras minúsculas como a las mayúsculas; incluso a signos, símbolos y espacios.

Sin embargo, si cogemos una letra y la usamos de modo aislado —como es el caso de una capitular— el vínculo con las demás se rompe.

Por otro lado, hay fuentes que a priori pueden parecernos elegantes o románticas, según el caso; sin embargo, cuando las ponemos como capitular pueden llegar a afear el texto.

Suele suceder con las fuentes script u ornamental, y se debe a que sus trazos hacen que se superpongan al texto y no haya modo de arreglarlo.

En el siguiente ejemplo se muestra el uso de una capitular ornamental (Magnificent) y cómo parte de la letra se superpone al texto.

Esto obliga a establecer un kerning bien amplio entre el primer y segundo carácter; en este caso se usó 470.

Los dos párrafos inferiores son posibles desenlaces: encajando al cien por cien la letra en el ancho del párrafo o dejando que sobresalga un poco por el margen izquierdo.

Comparativa en el uso de letra góticas para capitulares

Otras soluciones son transformar la capitular en objeto y ceñir el texto del párrafo a ella (izquierda); también achicar el cuerpo de la mayúscula inicial o usar el desplazamiento vertical para subir la letra.

La capitular es una palabra

Otra cuestión es que la capitular conforma ella sola una palabra y el siguiente carácter es un espacio. ¿Cómo hacer notar al lector que existe tal espacio, que son dos palabras y no una?

Algunos de los casos más frecuentes son los que inician con la preposición a o la conjunción copulativa y. Por ejemplo: A parte de salir… o Y por eso se fue...

Es cierto que por contexto se entenderá que existe un espacio entre la capitular y la palabra siguiente. Sin embargo, si atendemos a una edición cuidada deberíamos asegurarnos de que tal espacio queda suficientemente visible. De este modo, el lector detectará a un golpe de vista que A la mañana… no es Ala mañana…

La J y la Q

Estas dos letras tienen astas descendentes; es decir, que una parte de ellas está debajo de la línea base, del renglón. Las letras que comparten esta particularidad son la g, la j, la p, la q y la y.

Cuando se usan en mayúscula pierden esta característica, a excepción de la J y la Q. En la mayoría de las fuentes serif, con remates, la primera cruza levemente el renglón y la segunda tiene un rabillo.

El desplazamiento vertical nos ayudará a que estas letras usadas como capitulares no se superpongan al texto; como también el cambio del tamaño del carácter.

En el siguiente ejemplo el movimiento vertical de la capitular se evidencia en la J. En cambio, para la Q se bajó el cuerpo de la letra, de 13 a 9 pt.

Cómo resolver el uso de J y Q mayúsculas como capitulares

Si no se llega a buen puerto con esta funcionalidad tal vez haya que plantearse el cambio de tipografía.

En algunas tipografías, también la R, y más raramente la Z, pueden tener también un rabillo como la Q.

Capitular con más líneas que el párrafo

¿Qué hacer cuando, por ejemplo, la capitular ocupa cuatro líneas y el primer párrafo del texto principal ocupa solo dos?

El problema es que no queda visualmente bien encontrarse con una sangría de un párrafo siguiente pegada a la letra capitular.

Más antiestético queda cuando la capitular tiene solo una línea más que el párrafo, porque la apariencia es la de que hay una línea viuda aunque no exista tal cosa.

Una alternativa es alargar el texto del primer párrafo o hacer un punto y seguido si la narración lo permite. Otra, que la capitular ocupe menos líneas, pero habría que aplicar esta característica a todas las capitulares del libro.

Problema habitual a la vista: la capitular es un signo y no una letra

Esta es una cuestión corriente a la que se enfrentan los editores. ¿Qué hacer cuando el inicio de un capítulo empieza por un signo y no una letra?

(Si bien es el diseñador o el maquetador quien aplica los estilos a los textos es el editor —o autor-editor— quien decide cómo proceder).

Puede darse que el texto comience con:

  • Comilla de apertura, sea la latina o la inglesa; por ejemplo, porque es una cita o el pensamiento de un personaje.
  • Raya, porque el texto comienza con un diálogo.
  • Signo de interrogación o admiración de apertura, porque hay una pregunta o una exclamación.
  • Paréntesis, corchete o llave de apertura; son signos de puntuación que pueden aparecer si hay una aclaración o inciso.

¿Cómo proceder en estos casos? Por mi parte, encuentro cuatro posibles soluciones:

  1. Obviar el uso de la capitular al inicio de ese texto.
  2. Ajustar el desplazamiento vertical si el signo lo permite.
  3. Dedicar dos caracteres para formar la capitular (el signo más una letra).
  4. Suprimir el signo.

La última de las opciones es un error, aunque vi casos en los que se cargan tal carácter sin más. De las otras tres, prefiero la primera y la segunda, si procede.

En 2 y 3 puede que, según el signo y la fuente empleada, no quede del todo bien; sobre todo en 3, porque el espacio destinado a la capitular resultará un tanto exagerado.

Una raya como capitular es muy antiestética. Sin embargo, los signos ¡ y ¿ no quedan del todo mal si se los mueve levemente hacia arriba. Y lo mismo podría aplicarse al paréntesis, al corchete y a la llave.

Ejemplos de problemáticas con signos como capitulares

También puede suceder que el inicio del capítulo esté centrado o, raramente, alineado a la derecha; (en libros no es habitual, aunque sí en algunas revistas o periódicos).

¿Es pertinente usar capitulares en los libros digitales?

Nada impide hacerlo, aunque hay que tener en cuenta algunas cuestiones.

Un asunto importante en la edición digital es que el productor del libro no controla cómo este se leerá ni en qué dispositivo.

Los libros impresos se leen en soporte papel y tal como quiere el editor, para eso ha establecido un diseño y ejecutado una maquetación. Lo que se plasma en InDesign se exporta a PDF, este archivo va a la imprenta y se reproduce lo que contiene, tal cual, sobre el papel.

Con los ebooks no pasa esto, porque es el lector quien elige en qué aplicación y soporte leerlo; con qué fuente y tamaño de letra, incluso con qué orientación (vertical u horizontal).

Por tanto, según el tipo de dispositivo y de aplicación puede que las capitulares no se vean bien o no aparezcan en el lugar que deberían estar.

Una capitular con fuente de estilo ornamental, por lo general, da problemas de renderización. Y puede aparecer sobre otras letras o movida de lugar.

Ejemplo de aplicación de capitulares en un libro digital

Recordemos que cuando un lector ve algo mal en un ebook, por lo general, no piensa que el error es de su dispositivo, de la aplicación o de la plataforma donde ha comprado el libro digital.

A quien primero achaca el error es al editor o al autor. A menos que se conozca bien y ampliamente cómo funcionan estos entresijos digitales, la culpa es del autor. 😆

Por eso, soy partidaria de no utilizar capitulares en los libros electrónicos. Y porque su uso actual es decorativo y donde mejor luce una capitular es sobre el papel.

¿Usas las capitulares en tus libros? ¿Cómo las empleas? ¿Te has encontrado con alguno de los casos descritos? ¿Qué otra problemática conoces relacionada con la letra capitular?


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